martes, 30 de septiembre de 2014

LA COMPETENCIA IMPERFECTA


Aunque se ha repetido muchas veces que los mercados son perfectos y eficientes, en la crisis actual se ha podido comprobar que tienen escasa capacidad para autorregularse. Oliver Blanchard, economista-jefe del FMI acaba de reconocer que hay rincones en los que la economía funciona “monstruosamente mal”, donde no hay para nada competencia y mercados perfectos.

Para que se dé la competencia perfecta, cada empresa no puede influir significativamente en el precio de equilibrio de su producto o servicio, dado que, entre otras condiciones, se supone que existen muchos compradores y vendedores.

Pero lo cierto es que la decisión de una empresa de ofrecer una cantidad determinada condiciona el precio que cobra. Ocurre también a la inversa: el precio que fije una empresa limita la cantidad que puede vender. Así sucede en los mercados de competencia imperfecta, en los que prevalecen los precios más elevados que en la competencia perfecta y los niveles de producción más bajos.

La existencia de fuertes barreras de entrada de nuevas empresas es uno de los distintivos de los mercados imperfectos. Las barreras pueden tomar la forma de ventajas en los costes y la necesidad de elevadas inversiones de capital para iniciar las actividades.



Vemos que, en situación de competencia perfecta (figura a), cada empresa, que no tiene capacidad para modificar las condiciones del mercado, vende su producción al precio establecido, en tanto que en competencia imperfecta (figura b) la empresa se enfrenta a toda la demanda de su producto, con lo que, para aumentar sus ventas, tiene que bajar los precios de toda la producción que vende (pendiente negativa de la demanda)

En ambos casos, a las empresas les conviene producir siempre que el ingreso adicional (marginal) de producir una unidad más sea superior al coste adicional (marginal). La situación será óptima cuando Ingreso Marginal = Coste Marginal.

La diferencia importante entre los dos tipos de competencia es que, si la empresa de competencia imperfecta aumenta su producción, con su curva de demanda de pendiente negativa, el precio desciende. El ingresos adicional (marginal) que obtiene es menor que el precio al que vende la última unidad, puesto que para venderla ha tenido que bajar el precio de todas las unidades. Esta circunstancia hace que el resultado óptimo se dé a un nivel de precio superior al de competencia perfecta y la cantidad producida menor. Por ello, el mercado imperfectamente competitivo resulta socialmente perjudicial en comparación con el de competencia perfecta

Se pueden distinguir tres mercados imperfectos: monopolio, oligopolio y competencia monopolística. 

El monopolio supone la existencia de una única empresa en un mercado y se apoya en barreras de entrada como el acceso exclusivo a cierto factor de producción (tecnología), la existencia de derechos legales (patentes y concesiones administrativas) y la ventaja en coste sobre posibles competidores (economías de escala)

Algunos monopolios reciben la denominación de “naturales” porque en ciertas actividades se desaconseja la existencia de varias empresas en el mismo mercado, al entender que una única empresa puede ser capaz de reducir el coste de la obtención del producto o servicio. Por ejemplo, el suministro a domicilio de agua.

Cuando unas pocas empresas se reparten el mercado se da la situación denominada oligopolio. El mercado está atendido por un pequeño número de empresas Así, en el sector eléctrico español destacan Iberdrola, Gas Natural y Endesa, y en el petrolero, Repsol, Cepsa y BP. Dado el alto nivel de interdependencia entre ellas, la estrategia que sigue una influye en las demás. Al igual que en el monopolio, las altas inversiones y la tecnología, al alcance sólo de grandes empresas, constituyen las barreras de entrada al sector.

Cuando las empresas oligopolísticas se asocian, manteniendo su independencia, para reducir la competencia en el mercado, se dice que han constituido un “cartel”, cuyo objetivo es beneficiase del reparto del mercado entre ellas.

En los mercados de los artículos que se encuentran en las grandes superficies, con productos de diferentes marcas, es muy frecuente la presencia de la competencia monopolística, que se sitúa entre la competencia perfecta, el monopolio y el oligopolio.

Su característica es que, siendo los artículos de varias empresas prácticamente iguales (una lavadora, por ejemplo), el diseño u otros rasgos, con la ayuda de la publicidad, hacen que los consumidores los perciban como productos diferenciados y estén dispuestos a pagar precios distintos por cada uno.

Se parecen a la competencia perfecta en que hay muchos compradores y vendedores, apenas hay barreras de entrada y toman como referencia los precios de las demás empresas. Pero se distinguen en que los productos están diferenciados. Cualquier artículo, según la empresa que lo fabrique, puede tener variaciones que le permitan ser, en algún aspecto, diferente a los demás artículos similares, de tal manera que la competencia no vendrá por precios sino por calidad, servicio de postventa, diseño u otros elementos. La ropa femenina puede ser un ejemplo de este tipo de competencia. La ventaja de este tipo de mercado es que permite la entrada de microempresas que, posicionándose poco a poco en el mermado, tienen la posibilidad de crecer.

Cuando las empresas tienen poder de mercado, es decir, que son capaces de elegir el precio a ofertar, pueden mejorar sus resultados con la “discriminación de precios”, segmentando el mercado. Venden un mismo producto a precios distintos a grupos de consumidores diferenciados.

Por ejemplo, las compañías aéreas discriminan a los usuarios según sean particulares o empresas y clientes importantes. Las empresas de telefonía ofrecen precios reducidos a los clientes potenciales, que no aplican a los ya contratados, aprovechando que los clientes anteriormente captados tienen unas demandas menos elásticas (menor reacción al precio), dados los costes de cambiar de compañía.

Como el poder de mercado de las empresas puede resultar abusivo, perjudicando a los consumidores, las autoridades públicas establece normativas antimonopolio y cierta vigilancia sobre sus actividades por medio de organismos como la “Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia”, entidad que hace unos meses sancionó con 43 millones de euros a varias asociaciones de transporte de contenedores y actualmente investiga posibles prácticas anticompetitivas en el mercado de comercialización de energía eléctrica.

martes, 23 de septiembre de 2014

AUMENTA EL TIPO DE INTERÉS REAL


El tipo de interés nominal o de mercado es el indicador del rendimiento tanto de un depósito bancario del ahorrador, por ejemplo, como del préstamo de un banco, sin considerar  la tasa de inflación presente en la economía.

Cuando el Índice de Precios de Consumo (IPC) aumenta, aunque no se altere la cantidad cobrada,  el valor del interés percibido  por los depósitos desciende porque su capacidad de comprar bienes y servicios se ha reducido. Y si los precios bajan (desinflación), los euros que se pagan por la cuota de devolución valen más en poder de compra que el importe recibido en préstamo.

El tipo de interés real tiene en cuenta la variación de los precios y, por tanto, refleja el poder adquisitivo. Un tipo de interés de mercado o  nominal del 5% con una inflación del 1% da un interés real del 4%. Quiere decirse que un 1% de ese 5% de interés representa la compensación por la pérdida de valor del dinero.

Los períodos de alta inflación suelen ser también de tipos de interés nominal elevados. Cuando la inflación es reducida, el tipo de interés nominal es generalmente bajo. Ello resulta razonable, porque tanto a los prestamistas como a los prestatarios les preocupa de verdad el tipo de interés real, dado que es el que determina el poder adquisitivo del dinero.

En el gráfico que reproducimos a continuación, recogido de “El Confidencial”, podemos observar la evolución del tipo de interés real.


Vemos que, a partir  de octubre de 2012, los tipos de interés para préstamos a empresa y familias en España se mantienen, con ligeras variaciones,  en torno 4%, pero los precios de los bienes y servicios (IPC) descienden desde un 3,5% al 0% a lo largo de los meses. Si deducimos del interés nominal o de mercado la variación del IPC, el tipo de interés real aumenta del entorno de un 0,2% (octubre 2012) al 4% (febrero 2014).

Con la variación negativa del IPC en agosto 2014 (-0,5%) y el tipo de interés nominal al 4,5%, el tipo real para pymes se sitúa en el entorno del 5%, más del doble del coste en Francia o Alemania, una consecuencia de la fragmentación del mercado financiero europeo.

Como suponemos que las familias y empresas toman decisiones racionales, sus comportamientos responden a incentivos que realmente modifican la situación.  De ahí que, en los tipos de interés, la referencia para tomar decisiones sea el tipo real y no el nominal. Por ejemplo, ante la alternativa de  pedir un préstamo al tipo de interés nominal del 6% en un momento de expectativa de inflación del 3% y otra opción  de endeudarse al 5% cuando los precios tienden a subir al 1%, se elegirá la primera (interés real 3%), porque la segunda opción, pese a tener en apariencia un menor coste (nominal)  para el prestatario, al ser también menor la variación de precios, resulta de un interés real superior (4%). Son, por tanto, las variaciones del interés real las que alteran los incentivos y soportan las decisiones que tienen que  tomar las personas y las empresas.

Los tipos de interés reales elevados tienen consecuencias  negativas para las familias y empresas endeudadas, porque la desinflación de los precios no les ayuda a aliviar las cargas financieras.  Al contrario, se hacen más pesadas, porque la renta disponible se ha ido reduciendo y permanecen inalteradas las cuotas a pagar por intereses y amortización de las deudas.

 

martes, 16 de septiembre de 2014

AJUSTE FISCAL PENDIENTE


El saldo presupuestario público de un país proviene de la diferencia entre los impuestos que recauda y los gastos que realizan sus Administraciones Públicas.

Cuando gastan más de lo que ingresan incurren en déficit público y tienen que pedir prestado para financiarlo. La cantidad acumulada que deben las Administraciones Públicas es la deuda pública del país que, en el caso de España, superó en junio el billón de euros, cerca del 100% del PIB obtenido en un año.

En el siguiente gráfico tenemos la evolución anual del déficit español



El 4% de déficit sobre el PIB del comienzo de la crisis ascendió rápidamente a más del 11% en el año 2009 y, tras los recortes presupuestarios, quedó fijado en un 7,2% al final del 2013.

La reforma impositiva que entrará en vigor al comienzo de 2015 es una rebaja de impuestos directos, fundamentalmente del IRPF. Resulta impensable que una rebaja tributaria se pueda llevar a cabo sin plantear ningún tipo de compensación en un país con un déficit anual de más de 70.000 millones de euros. Si se pretende compensarlo con una subida del IVA o de los impuestos especiales, el efecto recesivo está asegurado.

El déficit fiscal tendrá que descender para el 2017 al 3%, a fin de no sobrepasar el límite exigido por las autoridades europeas. La Comisión ya pidió en junio pasado a España nuevas medidas para acabar con la segmentación (fijo y temporal) en el mercado laboral, así como rebajar las cotizaciones sociales y compensar la reducción de ingresos con subidas del IVA y de impuestos medioambientales.

El Ministerio de Hacienda ha comenzado a discutir con las Comunidades Autónomas las medidas de “racionalización del gasto” para cumplir con el déficit fiscal. Por lo tanto, el panorama a dos años, tras las elecciones municipales (2015) y autonómicas (2016), apunta a nuevos recortes en el Estado de Bienestar, que pueden superar los 40.000 millones de euros.

martes, 9 de septiembre de 2014

LA POLÍTICA MONETARIA EN LA EUROZONA


El Banco Central Europeo (BCE) decidió en su reunión del jueves pasado la reducción del tipo de interés aplicable a las operaciones principales de financiación del Eurosistema del 0,15% al 0,05%, situando el precio del dinero para los préstamos a los bancos en niveles desconocidos.

Con esta medida y la penalización a los bancos que guarden liquidez, el organismo presidido por Mario Draghi trata de llegar a la economía real. Con el fin de que los estímulos no se queden en los mercados, el BCE presiona a los bancos para que incrementen la concesión de créditos y sea posible impulsar la actividad económica, amenazada por los riesgos de una deflación.

 


El BCE tiene asumido como objetivo la estabilidad de los precios en la Eurozona a medio plazo. Trata de que el índice de precios al consumo armonizado para el conjunto de la Eurozona no supere la tasa del 2% anual.

En períodos de crisis, como el actual, aunque esté fuera del mandato recibido, el BCE también se ve en la necesidad de atender a otros objetivos relacionados con la estabilidad financiera y la fluidez del crédito, siempre supeditados a la política antiinflacionista.

La modificación del tipo de interés que cobra a los bancos afecta al nivel general del tipo de interés, a los precios de los activos financieros, al tipo de cambio y a las decisiones de consumidores y empresas, es decir, al ahorro y a la inversión.

 Los bancos centrales cuentan con tres instrumentos para alcanzar su objetivo de estabilidad de precios: a) operaciones de mercado, que pueden ser de financiación a corto y largo plazo, ajustes para gestionar liquidez y medidas estructurales (el BCE plantea un programa de adquisiciones de títulos públicos y privados); b) facilidades permanentes, para inyectar o absorber liquidez a un día (se ha reducido el interés de las facilidades de crédito y se penalizan más los depósitos en el BCE) y c) coeficiente de caja, una exigencia a las entidades financieras para mantener reservas mínimas en forma de depósitos.

La política monetaria de la Eurozona, que se inició en 1999, mantuvo hasta el 2001 una orientación restrictiva, elevando el tipo de interés al 4,75% para contrarrestar los efectos inflacionarios de la burbuja tecnológica.

Como consecuencia de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001, los bancos centrales impulsaron una política monetaria expansiva para contrarrestar los efectos negativos que se esperaban. Por ello, el tipo de interés de referencia a mediados de 2003 se había situado en la Eurozona en el 2% y los bajos tipos continuaron durante largo tiempo, lo cual ayudó a la formación de las burbujas inmobiliaria y bursátil.

Tras los incrementos de precios de las materias primas y del petróleo (perturbación de oferta), para hacer frente a la presión inflacionista, los tipos de interés iniciaron subidas a partir del 2005, hasta alcanzar la tasa de interés oficial un 4% en el 2007.

Al explotar la burbuja inmobiliaria, la respuesta del BCE fue una política monetaria convencional muy expansiva, con tipos de interés básicos en descenso, que no ha resultado muy efectiva al situarse en niveles reducidos, por lo que ha llevado al BCE a poner en marcha medidas no convencionales, tales como inyecciones extraordinarias de liquidez y compra de títulos de renta fija.

En la conferencia anual de política monetaria, el congreso donde se reúnen los principales banqueros centrales del mundo, que se celebró en agosto pasado en Jackson Hole (Wyoming), Mario Draghi dio un golpe de timón. Rechazó los planes de austeridad y anunció políticas para impulsar la demanda agregada.

Hoy día existe un amplio consenso en que los planes de austeridad implantados han agravado la crisis en Europa. Se considera que los países deben ser alentados a gastar más para impulsar el empleo. Parece que Draghi se ha convencido de que Europa tiene que abandonar las políticas actuales e impulsar programas de crecimiento y mecanismos más flexibles para afrontar las nuevas deudas de los Estados.

La expectativa de que el dinero seguirá llegando a los mercados gracias a
medidas del BCE está provocando la depreciación del euro frente al dólar, tal como se aprecia en el siguiente gráfico, hasta situarse en 1€=1,29$ al día de hoy.

 


Esta es la consecuencia más tangible en estos momentos. La depreciación del tipo de cambo, reclamada por muchos en los últimos meses, aunque ya sabemos que a corto plazo empobrece, mejorará la competitividad de las exportaciones europeas

martes, 2 de septiembre de 2014

AHORRO E INVERSIÓN


Las familias deciden cuánto van a gastar en consumo y la parte que ahorrarán de su renta para poder comprar una vivienda, asegurarse cierto nivel de ingresos en la jubilación o mejorar la capacidad para afrontar futuros gastos.

Comparando los primeros trimestres de los últimos años, podemos observar que el ahorro de las familias españolas ha ido descendiendo, hasta convertirse en tasa negativa, -1,9% de la Renta Disponible, es decir, un desahorro. Si en el primer trimestre del año 2013 los hogares españoles ahorraron 4.036 millones de euros, en el mismo periodo de este año han sacado de sus ‘huchas’ 2.987 millones.

La dedicación al ahorro, también llamada inversión financiera (depositar dinero en fondos de inversiones, comprar títulos y similares) suele depender del nivel de renta familiar y tiene relación con el rendimiento o  interés real (tasa de interés descontada la inflación), aunque es poco probable que las familias alteren mucho el comportamiento solamente por la variación del tipo de interés.  

La inversión en economía se refiere a los  bienes de capital y viene representada por  edificios y equipamientos que compran las empresas para aumentar su capacidad de producir bienes y servicios. Depende de las expectativas de los empresarios sobre los resultados futuros y del tipo de interés real, dado que las entidades productivas recurren habitualmente a préstamos para financiarse. Cuanto mayor sea el tipo de interés real serán menos los proyectos de inversión que resulten rentables, es decir, que aporten beneficios a los promotores

 El siguiente gráfico refleja el proceso de ajuste del ahorro total (familias, empresas y administraciones públicas) y de la inversión, que ha ido reduciendo la necesidad de recurrir a financiación exterior. El endeudamiento con países extranjeros fue debido al insuficiente ahorro para el cuantioso volumen de inversión del período de la burbuja inmobiliaria.

 A partir de 2008 van reduciéndose las necesidades financieras, como observamos en el gráfico, hasta alcanzar una capacidad de financiación del 1,5% del PIB en 2013.
 
 
El comportamiento de la economía española nos indica que, en el primer trimestre de 2014, como consecuencia de la evolución negativa del ahorro,   la tasa acumulada de los últimos cuatro trimestres del ahorro familiar se situó en el 9,4% de la Renta Disponible, frente al 10,4% del período anterior.

Ha sido la caída de los componentes de la renta disponible la que ha propiciado la reducción del ahorro en los primeros meses de este año. Han disminuido las remuneraciones de los asalariados, el excedente bruto de explotación, las rentas netas de la propiedad y las transferencias netas corrientes recibidas, principalmente en prestaciones sociales (agotamiento del desempleo). Esta situación viene a indicar que  la recuperación del gasto de las familias se está produciendo a costa del ahorro.