La mejora del nivel medio de vida es consecuencia de la
capacidad de producir mayor cantidad de bienes y servicio accesibles a un
colectivo. Es el proceso que denominamos
crecimiento económico.
Observamos en el gráfico del PIB español por habitante que,
tras un siglo (1855-1955) con escaso crecimiento, la renta por habitante pasa
del entorno de 5.000 dólares en 1959, cuando la economía se abrió al comercio internacional, a cerca de 27.000 en el año 2011.
En los últimos 52 años (1959-2011) ha habido en España varias
crisis económicas, pero pese a sus efectos negativos, una visión del largo plazo indica que el
bienestar material medio de las personas se ha multiplicado por más de 5, un crecimiento anual sostenido del 3,3% en medio siglo.
En ese transcurso de tiempo se realizaron nuevas inversiones
en edificios y equipamientos productivos (acumulación de capital) y el aumento demográfico y la inmigración provocaron
el incremento de la población activa, al
tiempo que la investigación y la innovación generaron cambios tecnológicos,
dando lugar a nuevos productos y a métodos
de producción más eficientes.
Al incremento de renta le ha acompañado el aumento de la
esperanza de vida, la reducción de la jornada laboral y la mejora en el nivel
educativo, aunque la crisis que comenzó en 2008 ha supuesto un retroceso, que
en el nivel de producción ha llegado a
representar en torno al 8%
Para situar la evolución económica española en el contexto de
la Unión Europa, el siguiente gráfico compara el PIB por habitante de España con
la media de la UE, en los últimos 18 años:
España entró en la
UE (1986) con una renta por habitante del 72% y fue avanzando a buen ritmo,
hasta alcanzar en el 2007, justo al comienzo de la última crisis, un nivel de
renta del 105% de la media europea. Pero la tendencia se quebró en el 2010, en
plena crisis del euro, año en el que se situó por debajo de la media y sigue
todavía descendiendo.
La tasa de crecimiento de la producción per cápita puede
expresarse como la suma de dos factores: la tasa de aumento de las horas
trabajadas por habitante y la tasa de aumento de la productividad (aumento de
producción por hora trabajada).
Las horas trabajadas crecen por el aumento de la población
activa, sobre todo por la incorporación de la mujer al trabajo a tiempo
completo. El otro factor, la productividad, es la clave de la mejora en el
nivel medio de vida.
Por lo tanto, el crecimiento de la producción es debido tanto
a la mayor dotación de capital físico y de horas de trabajo como a la mejora de
la productividad. Este segundo aspecto, denominado “productividad total de los
factores”(PTF), mide el impacto de elementos diversos que contribuyen a la
mejora de la eficiencia en el uso de los factores productivos.
Según los análisis realizados por la Fundación BBVA, más de la mitad del
crecimiento de España desde 1980 se ha debido a la acumulación de capital
físico (edificios y equipamientos productivos), un 1,6% anual de la tasa media
de crecimiento, que fue del 3%. La
acumulación de horas de trabajo aportó un 0,8% del crecimiento y la mejora en
la formación de los ocupados un 0,5%.
En consecuencia, en el período de las últimas dos décadas y
media apenas hubo incremento de productividad en España, pero se pueden distinguir
dos subperíodos con resultados muy desiguales: entre 1980 y1995, la
productividad creció a una tasa anual
del 0,6%, y de 1995 a 2007 descendió en un
-0,8%. En cambio, en la Eurozona, la parte del incremento de capital supuso también el
50% de la tasa de crecimiento, como en España, pero la mejora en la productividad aportó la tercera parte del
crecimiento en el conjunto de los 27 años.
Quizás en la época de “España va bien” no había incentivos
para que las empresas afrontaran costosos cambios organizativos internos para
mejorar la productividad. Para crecer, les bastaba con acumular recursos: capital físico y horas de
trabajo.
El panorama ha cambiado con la llegada de la crisis, porque en los últimos
tres años la productividad está creciendo en torno al 2% anual. Algunos la
denominan “productividad mala”, porque es consecuencia de la reducción del
denominador (ocupados) y no del incremento del numerador (producción).
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