El potencial humano
(llamado en economía “capital humano”) abarca los intangibles que se
encuentran incorporados en los trabajadores, tales como la educación, la
especialización y la experiencia laboral. Estos ingredientes constituyen la
inversión realizada en la fuerza de trabajo, que contribuyen al incremento de
la productividad.
A la vez que difunde
nuevas ideas y procedimientos, el potencial humano constituye una fuente de
externalidades positivas porque, junto con el capital físico (maquinaria y equipamiento),
contribuye al crecimiento de la renta del país.
El incremento de
escolarización en las últimas décadas ha sido notable. En el caso de España, si
en 1995 sólo el 24,3% de los mayores de 25 años habían completado los estudios
secundarios postobligatorios, en el 2012 consiguieron ese nivel el 45,4%, lejos
aún del 63,7% de Francia y no digamos del 82,1% de Alemania.
La evolución del gasto
no ha permitido alcanzar los niveles de los países de la Unión Europea. En el
año 2010, el gasto público en educación ascendió al 4,9% del PIB en España, en tanto
que en la UE-27 alcanzaba el 5,5%.
Dados los beneficios
sociales de la educación, el 90% es financiado con gasto público tanto en
España como en la UE-27. No hay que
olvidar que es el origen de gran parte del incremento de la productividad
futura y el crecimiento económico.
La retribución anual
aumenta con el nivel de los estudios oficiales cursados. En el siguiente
gráfico tenemos la comparación del salario medio anual por niveles de estudio en el 2010,
según los datos del Instituto Nacional de Estadística
Observamos, por
ejemplo, que los Licenciados ganaban un 57,4% más que la retribución media y los que se quedaban en el nivel de educación
secundaria obligatoria percibían un 22,2%
menos que la media. El salario de las mujeres estuvo más de un 20% por debajo
del de los hombres en cada nivel de estudios
A partir de la
retribución media por trabajador en España, en el año 2010, podemos
aproximarnos al rendimiento conseguido
por ampliar el nivel educativo hasta los estudios universitarios.
La persona que se había
incorporado al trabajo con la educación secundaria postobligatoria (12 años de
estudios) tenía en el año 2010 una retribución media de 22.691,7 euros anuales
y la que había cursado una Licenciatura (17 años de estudios) alcanzaba 35.864,8 euros.
Al acabar el nivel de
enseñanza secundaria, continuar estudios de Licenciatura le habría supuesto (si
hubiera encontrado trabajo) renunciar a 5 años de vida laboral, que con 22.691,7
euros por año, el total acumulado sería de 113.458,5 euros. A este importe se
le denomina coste de oportunidad. Sería de hecho la inversión que habría tenido
que realizar el estudiante (dejamos a un lado el coste de la matrícula) para
alcanzar el nivel de Licenciatura.
Con este sacrificio consiguió
una mayor retribución: en lugar de 22.691,7 euros del nivel de estudios secundarios, cobraba
35.964,8 euros, es decir, 13.273,1 euros más al año. Esta mayor retribución
dividida entre la inversión de los 5 años más de estudios (113.458,5 euros) nos
da un 11,7%, que es el rendimiento anual que le produjo a la persona el diferencial
educativo. Aunque la consideración del coste de matrícula reduciría algo el
nivel de rendimiento, la tasa continuaría siendo muy superior a la ganancia media
que se podía conseguir de inversiones alternativas.
Aparte de otras
motivaciones relevantes, no cabe duda de que también el rendimiento económico privado
de la educación ha estimulado el esfuerzo de las familias por dotar a los hijos
de un buen nivel educativo.
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