Para comprender los
movimientos de la economía de un país en el corto plazo es útil conocer el
producto potencial o el crecimiento
potencial, términos intercambiables, el primero en cifras absolutas y el
segundo en tasas de variación, tal como explicábamos en la entrada anterior.
Si la tasa de
crecimiento real es elevada se corre el peligro de generar inflación. En cambio,
si es escasa, no bastará para absorber la fuerza de trabajo disponible y, en
consecuencia, el desempleo aumentará.
Recordemos que la tasa
de crecimiento potencial es el ritmo por encima del cual el aumento del PIB
provoca subidas de inflación al cabo de cierto tiempo. Por debajo de esa tasa
es el desempleo el que crece. En el caso de España, el crecimiento potencial anual
se estimaba en el 3% en los años finales del boom inmobiliario y está
reduciéndose con la crisis.
El crecimiento
potencial tiene que ver con la oferta. Si no se puede crecer por encima de
cierta tasa se debe a la falta de recursos. Sucede a veces que, al tratar de
crecer, se carece de materia prima suficiente, los recursos energéticos son
escasos y caros, falta mano de obra adecuada, con lo que sube la presión para
el aumento de las retribuciones laborales, y, por tanto, aumenta la inflación.
Así como la política
económica (monetaria y fiscal) trata de influir sobre la demanda para mantener
el PIB lo más cerca posible de su potencial, las políticas de oferta intentan
aumentar el crecimiento potencial mismo.
Si dejamos el mercado
de bienes y servicio y nos adentramos en el mercado de trabajo, el concepto
simétrico de crecimiento potencial es la tasa
natural de paro (nombre extraño que se utiliza en economía, porque no tiene
nada que ver con la naturaleza). Se
refiere al desempleo que se observa cuando la economía de un país crece a su
tasa potencial. Por debajo de esa tasa de paro la inflación aumenta.
En el siguiente
gráfico, con datos del INE, se puede observar, la evolución del desempleo, en
%, en los últimos 30 años a nivel de España y en la Comunidad Autónoma del País
Vasco:
Con excepción del
período de boom inmobiliario (2000-2008), el componente estructural del desempleo
en la economía española osciló en torno
al 15% en las últimas tres décadas.
Podemos observar que
las tasas de desempleo del Estado y de la Comunidad Autónoma del País Vasco se
mantienen próximas durante 25 años. Es a partir del 2007 cuando comienzan a
distanciarse y la brecha se agranda en los dos últimos años. En el 2011 el paro
del conjunto del Estado (21,5%) supera al del País Vasco (12%) en cerca del 80%.
En la Eurozona, el desempleo era del 11,3%
Algunos autores
consideran que la tasa natural de paro incluye tanto el desempleo friccional (consecuencia
de la rotación entre puestos y búsqueda del primer empleo), como el estructural, en tanto que otros lo
identifican únicamente con el estructural. Queda
siempre excluido el tercer componente del paro observado, el desempleo cíclico,
que se da cuando el gasto de la economía es insuficiente para dar empleo a
todos los recursos.
El desempleo
estructural es el desempleo que se produce como consecuencia de un permanente
(crónico) exceso de oferta de trabajo en una economía. Se suele atribuir a los
desajustes laborales, tanto de cualificación
de los empleados que necesitan las empresas como de la escasa movilidad
geográfica. También tiene
cierta incidencia en este tipo de paro la
incorporación de tecnología y el poder
de mercado que ejercen los trabajadores cuando actúan conjuntamente.
A finales de 2011, el
componente estructural en el paro español se situó en el 16%, en
torno a 3,5 millones de personas. Por tanto, en la actualidad, más del 60% del
paro total de España es de naturaleza estructural, es decir, que no obedece a
la caída de la actividad económica como consecuencia de la crisis que nos
afecta, sino que responde a cambios
tecnológicos, crisis sectoriales y desajustes de largo plazo en el entramado
económico.
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