martes, 4 de septiembre de 2012

EL COMPONENTE ESTRUCTURAL DEL DESEMPLEO


Para comprender los movimientos de la economía de un país en el corto plazo es útil conocer el producto potencial  o el crecimiento potencial, términos intercambiables, el primero en cifras absolutas y el segundo en tasas de variación, tal como explicábamos en la entrada anterior.

Si la tasa de crecimiento real es elevada se corre el peligro de generar inflación. En cambio, si es escasa, no bastará para absorber la fuerza de trabajo disponible y, en consecuencia, el desempleo aumentará.

Recordemos que la tasa de crecimiento potencial es el ritmo por encima del cual el aumento del PIB provoca subidas de inflación al cabo de cierto tiempo. Por debajo de esa tasa es el desempleo el que crece. En el caso de España, el crecimiento potencial anual se estimaba en el 3% en los años finales del boom inmobiliario y está reduciéndose con la crisis.

El crecimiento potencial tiene que ver con la oferta. Si no se puede crecer por encima de cierta tasa se debe a la falta de recursos. Sucede a veces que, al tratar de crecer, se carece de materia prima suficiente, los recursos energéticos son escasos y caros, falta mano de obra adecuada, con lo que sube la presión para el aumento de las retribuciones laborales, y, por tanto, aumenta la inflación.

Así como la política económica (monetaria y fiscal) trata de influir sobre la demanda para mantener el PIB lo más cerca posible de su potencial, las políticas de oferta intentan aumentar el crecimiento potencial mismo.

Si dejamos el mercado de bienes y servicio y nos adentramos en el mercado de trabajo, el concepto simétrico de crecimiento potencial es la tasa natural de paro (nombre extraño que se utiliza en economía, porque no tiene nada que ver con la naturaleza). Se refiere al desempleo que se observa cuando la economía de un país crece a su tasa potencial. Por debajo de esa tasa de paro la inflación aumenta.

En el siguiente gráfico, con datos del INE, se puede observar, la evolución del desempleo, en %,  en los últimos 30 años a nivel de  España y en la Comunidad Autónoma del País Vasco:


Con excepción del período de boom inmobiliario (2000-2008), el componente estructural del desempleo en la economía española  osciló en torno al 15% en las últimas tres décadas.

Podemos observar que las tasas de desempleo del Estado y de la Comunidad Autónoma del País Vasco se mantienen próximas durante 25 años. Es a partir del 2007 cuando comienzan a distanciarse y la brecha se agranda en los dos últimos años. En el 2011 el paro del conjunto del Estado (21,5%) supera al del País Vasco (12%) en cerca del 80%. En la Eurozona, el desempleo era del 11,3%

Algunos autores consideran que la tasa natural de paro incluye tanto el desempleo friccional (consecuencia de la rotación entre puestos y búsqueda del primer empleo),  como el estructural, en tanto que otros lo identifican únicamente con el estructural. Queda siempre excluido el tercer componente del paro observado, el desempleo cíclico, que se da cuando el gasto de la economía es insuficiente para dar empleo a todos los recursos.

El desempleo estructural es el desempleo que se produce como consecuencia de un permanente (crónico) exceso de oferta de trabajo en una economía. Se suele atribuir a los desajustes laborales,  tanto de cualificación de los empleados que necesitan las empresas como de la escasa movilidad geográfica. También tiene cierta incidencia  en este tipo de paro la incorporación de tecnología  y el poder de mercado que ejercen los trabajadores cuando actúan conjuntamente.

A finales de 2011, el componente estructural en el paro español se situó en el 16%, en torno a 3,5 millones de personas. Por tanto, en la actualidad, más del 60% del paro total de España es de naturaleza estructural, es decir, que no obedece a la caída de la actividad económica como consecuencia de la crisis que nos afecta, sino que responde a cambios tecnológicos, crisis sectoriales y desajustes de largo plazo en el entramado económico.

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