Las profecías autocumplidas son predicciones que, una vez emitidas, se convierten con mucha probabilidad en la causa de que se realicen, al generarse unas expectativas que acaban por cumplirse.
El sociólogo estadounidense Robert King Merton llegó a la conclusión de que las personas responden al sentido que le dan a una situación y no a su realidad objetiva, lo cual influye en sus conductas respecto a esa situación.
Un ejemplo de predicción autoumplida es el caso de un banco sobre el que se extiende el rumor infundado de una inminente quiebra y muchos de sus clientes tratan de recuperar sus depósitos. Esta exigencia inesperada provoca la insolvencia de la entidad financiera, cumpliéndose así el rumor predictivo.
La inflación es una variable económica en la que suelen incidir las predicciones. La versión general del Indice de Precios de Consumo (IPC) español, que tocó cima en marzo de este año con un 9,8% de incremento, ha descendido algunas décimas en los siguientes meses. En cambio, la modalidad subyacente sube hasta el 4,9% en mayo.
La inflación subyacente muestra de modo más preciso que la inflación general la tendencia de los precios de consumo a corto plazo. Esta versión del índice nació tras la crisis energética de los años setenta. La elevada volatilidad de los precios de aquella época movió a las autoridades económicas a generar otro indicador más estable que el IPC general.
El cálculo del subyacente excluye dos tipos de consumos, ambos con alta volatilidad: componentes energéticos (gasolina, gas, electricidad…) y productos alimenticios no elaborados (frutas, verduras…)
Vemos en el gráfico la evolución de las tasas anuales, general y subyacente, en los años 2021 y 2022. Tras incrementarse en los primeros meses de este año, la tasa general se ha situado en mayo en un 8,7%, en tanto que la subyacente va incrementándose desde mediados del año pasado.
La tasa subyacente es más complicada de bajar que la general, que toma en consideración el precio de los carburantes y la electricidad, más volátiles. El indicador subyacente, en el que se fija el BCE para ajustar su política monetaria, tiende a perpetuase en el tiempo, lo que conlleva a una pérdida de competitividad para el país.
Como podemos observar en el gráfico, hace un año la inflación subyacente se situaba en el 0,2%. Comenzó a subir en junio de 2021, llegando en septiembre al 1% y tan solo tres meses después se había duplicado (2,1%)
Con el inicio de la guerra de Ucrania, en febrero de 2022, se acentuaron los problemas de las cadenas globales de suministros y la inflación subyacente había llegado al 3%, incrementándose hasta el 4,4% en abril y situándose en mayo en el 4,9%.
La subida de la inflación subyacente augura incrementos de precios a corto plazo aún latentes como consecuencia de los efectos de segunda ronda, puesto que implican un traslado de precios de las empresas a lo consumidores finales
Desde el Gobierno se informa que la tasa de inflación irá disminuyendo paulatinamente, una vez que se consoliden los efectos de la medida (excepción ibérica) autorizada por la Comisión Europea para limitar los precios del gas, que ha de permitir reducir el precio de la electricidad.
Bien está que las autoridades económicas planteen expectativas de caída de la inflación al entorno del 3% en el próximo año, pero hace falta que la comunicación vaya acompañada de medidas que se perciban como efectivas. Mientras las expectativas de los agentes económicos y sociales sean que la inflación no va a descender, estaremos viviendo en una situación de profecía autocumplida y la inflación no descenderá sustancialmente.
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