Las tecnologías con bajo contenido de gases de efecto invernadero, que incluyen las energías renovables, los vehículos eléctricos y el hidrógeno, requieren más metales que las basadas en combustibles fósiles. Cabe pensar, por tanto, en un aumento sustancial en la demanda de metales como cobre, níquel, cobalto y litio en los próximos años.
Por ejemplo, un automóvil eléctrico requiere seis veces los insumos minerales de un automóvil convencional y una planta eólica terrestre precisa de nueve veces más recursos minerales que una planta de gas. Desde 2010, la cantidad promedio de minerales necesarios para una nueva unidad de capacidad de generación de energía ha aumentado en un 50% a medida que ha subido la participación de las energías renovables en las nuevas inversiones.
La Agencia Internacional de la Energía considera que estos metales serán los más afectados por la transición energética. El cobre y el níquel vienen comercializándose desde hace más de un siglo, utilizándose en tecnologías bajas en carbono. En cambio, el litio y el cobalto entraron en las bolsas de metales en la década de 2010, principalmente por usarse en baterías.
Aunque la demanda de estos metales podría dispararse en las próximos décadas, la oferta irá reaccionando lentamente a las señales de los precios. Como el litio se extrae de manantiales minerales y salmuera, las nuevas instalaciones pueden entrar en servicio en un plazo corto.
En cambio, el cobre, el níquel y el cobalto se extraen en minas, que requieren inversiones intensivas en capital, con lo que podrían requerir hasta 20 años en construirse. En consecuencia, la oferta sería bastante inelástica a corto plazo y más elástica a muy largo plazo.
Como se observa en el gráfico, la oferta de metales (en porcentajes) está bastante concentrada, con lo que los mayores productores (Pr) son también los que poseen las reservas (R) más importantes
La República Democrática de Congo (COD) representa en torno al 70% de la producción mundial de cobalto y el 50% de las reservas. Destacan Australia (AUS) para litio, cobalto y níquel; Chile (CHL) para cobre y litio, con otros países en menor medida.
Si se adoptase el escenario de cero emisiones netas, el incremento de la demanda podría llevar a que el conjunto de los cuatro metales alcanzasen en las próximas dos décadas un valor acumulado de 13 billones de dólares, que supondría igualar al montante estimado de la producción de petróleo. Se convertirían así en macro relevantes para la producción, la inflación y el comercio.
Pero existe elevada incertidumbre en el escenario de la demanda, dado que resultan difíciles de predecir tanto el cambio tecnológico como la velocidad y la dirección de la transición energética, condicionadas siempre a las decisiones políticas.
Esta incertidumbre puede dificultar la inversión minera y favorecer los altos precios de los metales, con lo que se estaría obstaculizando la transición hacía una energía limpia.
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