En vista de los niveles que han
alcanzado las deudas de ciertos países, algunos analistas económicos alertan de
que nos encaminamos hacia un escalonamiento inflacionario. El economista Nourel
Roubini, profesor en la Universidad de Nueva York, es contundente: “En el medio
plazo temo que haya una estanflación total con crisis de deuda"
En España, el indicador de
precios (IPC) sitúa su variación anual al final de septiembre en el 4%. Aunque
desde el inicio de la pandemia la inflación se mantuvo negativa durante el
2020, el índice no ha dejado de crecer desde comienzos de este año.
En 1973, una guerra de tres
semanas provocó una de las mayores crisis energéticas y económicas del mundo.
Es conocida como la guerra del Yom Kippur, nombre de la festividad judía del
perdón, en la que Siria y Egipto, junto con una coalición de países islámicos,
atacaron a Israel.
La respuesta de los israelíes, apoyada por EE.UU, fue inmediata y desmesurada. A modo de represalia, los países
árabes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petroleo) impusieron
subidas del precio del petróleo que acabaron con el acceso al combustible
barato. El barril de crudo pasó de 1,89 dólares antes de la guerra a 3,39 al
final de 1973 y subió hasta 11,6 dólares en 1974. Hoy supera los 80 dólares.
La crisis energética y económica golpeó
a España a lo largo de las décadas de los años 70 y 80. El crecimiento del PIB
fue nulo en 1979 y la inflación del año llegó al 15,8%, cifras que vienen a
señalar que el país estaba inmerso en plena estanflación.
El alto desempleo y la elevada
inflación desmoronaron la teoría keynesiana. Desde las filas del monetarismo,
con Friedman a la cabeza, surgió una teoría que puso de manifiesto el papel de
las expectativas de inflación. Señalaba que las empresas y los trabajadores
tienden a anticipar una futura inflación mayor, que se incorpora a sus
negociaciones de precios y salarios
En un entorno escasamente
competitivo y con mercado laboral poco flexible, el proceso provoca el alza de
los precios y salarios, que suele derivar en una espiral inflacionaria.
Es evidente que la aceleración de
la inflación de las décadas 70 y 80 se debió sobre todo al crecimiento
espectacular de los precios de las materias primas y la energía, así como el
alza de los salarios nominales por encima de la inflación.
Las políticas de estímulo de la
demanda resultaron imprescindibles para luchar contra el paro, pero algunos
economistas aconsejaban añadir medidas más selectivas y desagregadas con apoyos
del lado de la oferta.
Para luchar contra la inflación
se confía en una coordinada actuación mixta fiscal y monetaria, con políticas
de rentas, particularmente las basadas en acuerdos de empresarios y sindicatos
sobre bases permanentes.
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