Cuando la pobreza y la
desigualdad parecían ir aliviándose después de la Gran Recesión del 2008, la
pandemia que surgió en 2020 ha dejado nuevas secuelas económicas por las restricciones
que ha tenido el desarrollo de las actividades diarias.
Según la Encuesta del Instituto
Nacional de Estadística, la pobreza grave o carencia material severa en España subió
en 2020 al 7% de la población, cuando en el año anterior no superaba el 4,7%. Dada
la paralización de muchas actividades, han sido los programas ERTE y las prestaciones familiares
las que han evitado un aumento mayor de las situaciones de pobreza.
El Producto Interior Bruto (PIB) español cayó en 2020 un 11%, al nivel monetario de 2015, el descenso mayor desde la Guerra Civil, un desplome de la producción de unos 125.000 millones de euros, cercano al equivalente al gasto anual en pensiones.
España ha sido uno de los países de
la OCDE que más han sufrido las consecuencias económicas del coronavirus, debido
a un período de confinamiento largo y una estructura productiva con gran dependencia
de la hostelería y el turismo, las actividades con mayor interacción social.
La abundancia de pymes ha añadido
mayor debilidad para aguantar las fluctuaciones de la actividad, y una posición
fiscal con amplio déficit ha hecho que el Gobierno sea cauto en dar mayores ayudas
directas a los afectados.
Aun así, la deuda pública ha
escalado hasta el 122% del PIB, un nivel que expone al país a problemas ante un
eventual incremento de los tipos de interés
Las rentas del
conjunto de las familias apenas descendieron en 2020 y acumulan ya un ahorro que
puede acabar en aumento de consumo este año, acelerando la recuperación
económica.
La desigualdad
es seguramente una de las secuelas más importantes. Según el FMI, la Covid-19 ha
provocado en los países una persistente disminución en el nivel del PIB per cápita,
con efectos duraderos en desigualdad de ingresos y un aumento de la pobreza
absoluta.
No cabe duda de
que el decidido impulso de la digitalización ha sido el efecto que más se va a
notar en la economía, con impacto en el mundo laboral, así como el descenso del
precio de las oficinas y la mayor demanda de semiconductores.
Según algunos expertos, la disrupción digital
ha adquirido un empuje sin precedentes que cambiará la sociedad, con nuevas
formas de trabajo, el crecimiento del comercio electrónico y la robotización de
las organizaciones.
Como no parece
que se vayan a desglobalizar las cadenas de suministro, porque tendría gran
impacto en los costes, las empresas tendrán que soportar parones de sus
producciones y habrán de buscar alternativas.
Cada área geográfica
puede llegar a tener su propio suministro de ciertos materiales, como los sanitarios
y los chips, así como fuentes energéticas para garantizar el suministro cuando se
incrementen las tensiones geopolíticas.