martes, 12 de enero de 2021

EL DINERO EN EFECTIVO

 


El Grupo Parlamentario Socialista registró recientemente en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley que planteaba la eliminación gradual del pago en efectivo, con la mirada puesta en que las transacciones económicas lleguen a realizarse exclusivamente en dinero digital. 

A la Asociación Española de Banca tampoco les gusta el dinero en efectivo, porque hay que transportarlo y tiene costes. Apuestan por el dinero totalmente digital, pero estiman que su implantación habría que realizarlo con mucha prudencia, dado que la desaparición del efectivo podría afectar a colectivos vulnerables sin acceso actual al dinero digital. 

Es cierto que, hoy día, el dinero en efectivo compite con otros medios de pago populares (transferencias, tarjetas de crédito, sistemas de móvil y criptomonedas), pero muchas personas utilizan aún el efectivo como primera opción para realiza sus pagos. 

Hay evidencias de que el dinero digital está ganando la batalla: desciende el número de cajeros automáticos y aumentan las terminales electrónicas en puntos de venta. Además, con la crisis del coronavirus tiende a incrementarse la brecha entre los pagos con tarjeta y las retiradas de fondos en los cajeros. 

En España, las tarjetas en circulación llevan cuatro años de crecimiento anual. Según los datos del Banco de España, en junio había 87 millones de unidades, un 3,7% más que un año antes y un 21% más que hace una década. 

Las ventajas principales del dinero en efectivo son que es aceptado como medio de pago y que resulta más rápido que la tarjeta o el cheque porque generalmente no requiere identificación alguna ni esperar confirmaciones. 

El inconveniente fundamental del dinero físico es su coste de producción, mantenimiento, transporte y custodia. Así, el coste de producir la moneda de 1 céntimo es de 1,65 céntimos, en tanto que el de 2 céntimos es similar a su valor. Los billetes, por su parte, necesitan muchos elementos de seguridad, con los costes añadidos de cuidado y reposición. Se ha calculado que el coste de producir y mantener el dinero en efectivo en Europa se sitúa en torno a 200 euros por persona al año. 

El dinero electrónico permite controlar mejor la política monetaria, dirigida a establecer un tipo de interés que promueva la inversión y el ahorro. Al dinero físico no se le pueden imponer tasas negativas de interés y, en cambio, sí al dinero depositado en los bancos (dinero digital), tal como lo están haciendo ahora algunas entidades financieras. 

El dinero digital es capaz de aumentar la rapidez en las transacciones y colabora en la desaparición parcial de la economía sumergida, al eliminar el sistema de pago habitual de los defraudadores. 

El obstáculo principal a la desaparición del dinero en efectivo se encuentra en las normativas de rango europeo. El Tratado de la Unión Europea establece que los billetes y monedas son de cursos legal y la Comisión Europea dictaminó en 2010 que los billetes y monedas en euros deben aceptarse como medios de pago en las transacciones. 

El Banco Central Europeo (BCE), en 2019, llegó a manifestar que entendía como desproporcionada la propuesta de reducir el límite actual de 2.500 euros a 1.000 en el pago en efectivo establecido por los gobiernos, aún siendo su finalidad luchar contra la economía sumergida y el blanqueo de capitales. 

Pero ahora el BCE ha iniciado el proceso para desarrollar su propia criptomoneda, el euro digital, como alternativa a las de otros países y a las privadas, como bitcoin y la libra de Facebook. 

No cabe duda de que tecnológicamente sería posible desenvolverse sin dinero en efectivo. Solo falta profundizar en las adaptaciones jurídicas y financieras, al tiempo que van cambiando las costumbres de los ciudadanos. 








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