A comienzos del año pasado, algunos organismos internacionales modificaban a la baja sus estimaciones de crecimiento mundial, aun cuando todas las economías de la Unión Europea estaban creciendo y los niveles de empleo alcanzaban cifras aceptables.
El origen de las nuevas perspectivas económicas estaba en las tensiones comerciales entre Estados Unido y China. El Brexit añadió incertidumbre política, con riesgo de retraer a la inversión privada, con lo que cierta desaceleración era inevitable.
La irrupción del coronavirus en marzo de este año ensombreció el panorama económico. La emergencia sanitaria que vivimos, con un parón de larga duración sin precedentes en la actividad económica, está cargada de incertidumbre sobre la evolución futura de la economía. El FMI reconoce que esta crisis no tiene parangón con otras vividas en el mundo, al menos durante el último siglo.
El enfrentamiento a la pandemia aconseja el mantenimiento en hibernación del empleo productivo y la preservación del tejido empresarial, a fin de salvar la cohesión social. Al Estado le toca dirigir el proceso de estabilización económica y habrá de facilitar la generación de actividad productiva en la fase de recuperación.
El Ministerio de Economía ha destacado que el descenso será muy pronunciado este semestre y la recuperación más gradual, de tal modo que la evolución del PIB adopte la forma de V asimétrica, tal como vemos en el siguiente gráfico:
La caída del PIB en 2020 se estima en un -9,2% y para el 2021 se confía en un crecimiento del 6,8%. Tras los trimestres primero y segundo de 2020 con descensos pronunciados, se prevé que la actividad comience a recuperarse en el segundo semestre de este año, aunque algunos sectores, como el turismo, continuarán muy afectados.
La tasa de crecimiento del 6,8% de 2021 parece elevada, pero hay que considerar que parte de un dato afectado por la caída del 2020. Por lo tanto, es un crecimiento en realidad bajo en términos absolutos.
La recuperación en V asimétrica supone una caída pronunciada y la recuperación más lenta, tal como se observa en el gráfico, aunque ya se viene considerando que la asimetría será mayor que la señalada, porque difícilmente el PIB va alcanzar el nivel de 2019 antes de 2023.
La intensidad de la reactivación dependerá del apoyo efectivo que las medidas del Gobierno hayan propiciado al tejido empresarial, en forma de liquidez y subsidios, evitando insolvencias, así como de los efectos producidos por el ritmo de la desescalada, en función de la situación sanitaria.
Ante un horizonte económico complicado, el Congreso español ha constituido una Comisión para la Reestructuración Social y Económica tras el Covid-19, una oportunidad para tejer consensos políticos y movilizar ahorro tanto interior privado como extranjero para reorientar hacia otros campos el actual sistema productivo, consolidar el sector de la construcción de nuevo con problemas y regenerar un sector turístico paralizado por las limitaciones a la movilidad.
El origen de las nuevas perspectivas económicas estaba en las tensiones comerciales entre Estados Unido y China. El Brexit añadió incertidumbre política, con riesgo de retraer a la inversión privada, con lo que cierta desaceleración era inevitable.
La irrupción del coronavirus en marzo de este año ensombreció el panorama económico. La emergencia sanitaria que vivimos, con un parón de larga duración sin precedentes en la actividad económica, está cargada de incertidumbre sobre la evolución futura de la economía. El FMI reconoce que esta crisis no tiene parangón con otras vividas en el mundo, al menos durante el último siglo.
El enfrentamiento a la pandemia aconseja el mantenimiento en hibernación del empleo productivo y la preservación del tejido empresarial, a fin de salvar la cohesión social. Al Estado le toca dirigir el proceso de estabilización económica y habrá de facilitar la generación de actividad productiva en la fase de recuperación.
El Ministerio de Economía ha destacado que el descenso será muy pronunciado este semestre y la recuperación más gradual, de tal modo que la evolución del PIB adopte la forma de V asimétrica, tal como vemos en el siguiente gráfico:
La tasa de crecimiento del 6,8% de 2021 parece elevada, pero hay que considerar que parte de un dato afectado por la caída del 2020. Por lo tanto, es un crecimiento en realidad bajo en términos absolutos.
La recuperación en V asimétrica supone una caída pronunciada y la recuperación más lenta, tal como se observa en el gráfico, aunque ya se viene considerando que la asimetría será mayor que la señalada, porque difícilmente el PIB va alcanzar el nivel de 2019 antes de 2023.
La intensidad de la reactivación dependerá del apoyo efectivo que las medidas del Gobierno hayan propiciado al tejido empresarial, en forma de liquidez y subsidios, evitando insolvencias, así como de los efectos producidos por el ritmo de la desescalada, en función de la situación sanitaria.
Ante un horizonte económico complicado, el Congreso español ha constituido una Comisión para la Reestructuración Social y Económica tras el Covid-19, una oportunidad para tejer consensos políticos y movilizar ahorro tanto interior privado como extranjero para reorientar hacia otros campos el actual sistema productivo, consolidar el sector de la construcción de nuevo con problemas y regenerar un sector turístico paralizado por las limitaciones a la movilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario