Se viene denominando desarrollo humano al proceso de avance económico que mejora de modo integral las condiciones de vida de lo ciudadanos, cubriendo sus necesidades básicas, facilitando el acceso a los sistemas de salud y educación, y abriendo oportunidades para desarrollar las capacidades personales en un entorno de libertad.
El desasosiego que afloran las oleadas de manifestaciones de los ciudadanos en diversos países en las calles indica un profundo malestar por las situaciones vividas en un mundo globalizado, situaciones que tienen en común la frustración generada por las desigualdades.
Reconociéndolo así, el reciente Informe (2019) del Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD) propone mirar “más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente”, a fin de afrontar las circunstancias dolorosas que se dan en naciones y grupos.
Mientras que el 17% de los niños nacidos en países situados en el nivel bajo del Indice de Desarrollo Humano fallecen antes de cumplir 20 años y solo un 3% alcanzan la educación superior, los nacidos en países con desarrollo humano muy alto únicamente el 1% muere antes de los 20 años y el 55% llega a cursar estudios superiores
Son trayectorias desiguales, condicionadas por circunstancias sobre las que prácticamente los afectados no tienen control alguno, lo que supone una ofensa para la dignidad humana y un auténtico reto para hacer realidad la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Los expertos señalan que en el enfoque del desarrollo humano lo importante son las capacidades de las personas para ejercer su libertad y lograr lo que aspiran en la vida. Las diferencias que surgen por el lugar de nacimiento suelen ampliarse a lo largo de los años, penalizando a las personas con la acumulación de varias capas de desventajas.
Por ello, se insiste en que el análisis de las desigualdades vaya más allá de los promedios y explore cómo se manifiesta la desigualdad en el conjunto de una población, en diferentes lugares y a lo largo del tiempo, destacando la amplitud total de la desigualdad en función de las diferentes características sociales y económicas.
Mirando al futuro, para cambiar el mundo hace falta analizar los aspectos que van a repercutir en la desigualdad que puede condicionar la vida de los jóvenes actuales. El siglo XXI anuncia que trae dos cambios importantes: el climático, que está afectando ya de manera directa sobre todo a los más pobres, y la transformación tecnológica, con la inteligencia artificial, que puede dejar atrás a muchas personas, creándoles un futuro incierto.
Siguiendo el pensamiento de Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998 e impulsor del concepto de desarrollo humano, el Informe 2019 señala que hay que superar las privaciones externas para centrarse en las “capacidades aumentadas”, aquellas que pueden permitir el disfrute de mayores opciones a lo largo de la vida. Aprender a leer, por ejemplo, supone un paso que dará importantes frutos en etapas vitales posteriores.
El Informe del PNUD finaliza recordando que muchas situaciones de desigualdad provienen de los desequilibrios de poder, tanto económicos como políticos o sociales. Los intereses creados suelen impedir o, al menos, dificultar de modo pertinaz la puesta en práctica de programas de cambio, olvidando que, a largo plazo, los riesgos de la inacción pueden ser mucho mayores.
Las desigualdades severas pueden provocar tensiones económicas, sociales y políticas en una sociedad. La decisión final en cada país vendrá de los debates políticos, que pueden ser complejos. El Informe aporta a esos debates significativos datos sobre la evolución del desarrollo humano, interpretándolos a través del enfoque de las capacidades y proponiendo ideas para reducir las desigualdades a lo largo del siglo XXI.
El desasosiego que afloran las oleadas de manifestaciones de los ciudadanos en diversos países en las calles indica un profundo malestar por las situaciones vividas en un mundo globalizado, situaciones que tienen en común la frustración generada por las desigualdades.
Reconociéndolo así, el reciente Informe (2019) del Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD) propone mirar “más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente”, a fin de afrontar las circunstancias dolorosas que se dan en naciones y grupos.
Muchas personas han superado la situación de pobreza extrema, pero son más las que no cuentan con oportunidades ni recursos para afrontar sus vidas, porque el lugar que ocupan en la sociedad está condicionado por su género, su raza o el nivel económico de su familia.
Son trayectorias desiguales, condicionadas por circunstancias sobre las que prácticamente los afectados no tienen control alguno, lo que supone una ofensa para la dignidad humana y un auténtico reto para hacer realidad la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Los expertos señalan que en el enfoque del desarrollo humano lo importante son las capacidades de las personas para ejercer su libertad y lograr lo que aspiran en la vida. Las diferencias que surgen por el lugar de nacimiento suelen ampliarse a lo largo de los años, penalizando a las personas con la acumulación de varias capas de desventajas.
Por ello, se insiste en que el análisis de las desigualdades vaya más allá de los promedios y explore cómo se manifiesta la desigualdad en el conjunto de una población, en diferentes lugares y a lo largo del tiempo, destacando la amplitud total de la desigualdad en función de las diferentes características sociales y económicas.
Mirando al futuro, para cambiar el mundo hace falta analizar los aspectos que van a repercutir en la desigualdad que puede condicionar la vida de los jóvenes actuales. El siglo XXI anuncia que trae dos cambios importantes: el climático, que está afectando ya de manera directa sobre todo a los más pobres, y la transformación tecnológica, con la inteligencia artificial, que puede dejar atrás a muchas personas, creándoles un futuro incierto.
Siguiendo el pensamiento de Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998 e impulsor del concepto de desarrollo humano, el Informe 2019 señala que hay que superar las privaciones externas para centrarse en las “capacidades aumentadas”, aquellas que pueden permitir el disfrute de mayores opciones a lo largo de la vida. Aprender a leer, por ejemplo, supone un paso que dará importantes frutos en etapas vitales posteriores.
El Informe del PNUD finaliza recordando que muchas situaciones de desigualdad provienen de los desequilibrios de poder, tanto económicos como políticos o sociales. Los intereses creados suelen impedir o, al menos, dificultar de modo pertinaz la puesta en práctica de programas de cambio, olvidando que, a largo plazo, los riesgos de la inacción pueden ser mucho mayores.
Las desigualdades severas pueden provocar tensiones económicas, sociales y políticas en una sociedad. La decisión final en cada país vendrá de los debates políticos, que pueden ser complejos. El Informe aporta a esos debates significativos datos sobre la evolución del desarrollo humano, interpretándolos a través del enfoque de las capacidades y proponiendo ideas para reducir las desigualdades a lo largo del siglo XXI.
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