martes, 25 de febrero de 2020

INFRAUTILIZACIÓN DEL TRABAJO


Según la Encuesta de Población Activa (EPA), al final de 2019 el número de personas ocupadas en España llegó muy cerca de los 20 millones, tras un incremento anual de 402.300 personas, el 61% de ellas mujeres. El 90% de la nueva ocupación se situó en el sector privado y fue el sector servicios el que absorbió el 93% del aumento de empleo.

La tasa de paro a final de año se situó en 3.191.900 personas, un 13,78% de la población activa, con una reducción anual exigua (0,67%). A su vez, la tasa de empleo (porcentaje de ocupados respecto de la población de 16 y más años) era del 50,64%, con una subida de medio punto porcentual en el último año.

En todos los países existe cierto nivel de desempleo, debido a que la economía es un sistema complejo en constante cambio, que origina tres tipos de paro: friccional, estructural y cíclico.

El desempleo friccional surge de la rotación normal de las personas que entran en un empleo y lo abandonan más tarde, y sucede también cuando se crean y se eliminan empleos. Es un fenómeno saludable en una economía dinámica y en crecimiento.

Cuando los avances tecnológicos o la competencia internacional modifican las habilidades necesarias para realizar ciertos trabajos o la ubicación misma de los empleos, se da el denominado desempleo estructural. Suele durar más que el desempleo friccional, dado que que los trabajadores vuelven a tener que capacitarse, o bien, a reubicarse para encontrar empleo

El desempleo cíclico ocurre cuando existe un lapso de tiempo de recesión, en el que se incrementa el nivel de paro, pero se recupera el empleo parcial o totalmente cuando llega la fase de expansión.

Aunque el análisis de la situación laboral suele hacerse en términos de personas que trabajan o que están en desempleo, sin entrar con más detalle en otras situaciones, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene en cuenta, además de las personas desocupas, a las que, teniendo un empleo a tiempo parcial, desean jornadas completas o los desanimados, que han desistido de buscar un puesto de trabajo, pero algunos están dispuestos a volver al mercado laboral.

En esta perspectiva ampliada, la tasa de infrautilización del factor trabajo en España se situaba a mediados de 2019 en torno al 22,2%, 8,2 puntos porcentuales más que la tasa de paro oficial, lo cual significa que casi la cuarta parte de la fuerza de trabajo estaba infrautilizada total o parcialmente. Al igual que la tasa de paro, el nivel de desempleo ampliado ha ido reduciéndose desde 2013, año en el que llegó a superar el 35,5%.

Los tres componentes de la tasa de infrautilización en el año 2019, que sumaban 5,2 millones de personas, eran: la tasa de paro oficial, 14%; los ocupados a tiempo parcial involuntario, 6,7%, y los activos potenciales (desanimados, 0,9% y personas que no buscan empleo pero desearían trabajar, 0,6%).

En el siguiente gráfico (Asempleo) tenemos la evolución de las diversas tasas en los últimos 15 años:



En el último año, la tasa de infrautilización (22,2%) se ha reducido 1,5 puntos porcentuales. Una parte importante del descenso corresponde a los desempleados oficiales, pero en términos relativo la mayor reducción se ha dado entre los desanimados, un 12,4%, que puede obedecer a la mejora de las perspectivas laborales por el crecimiento económico. Desglosando por colectivos, los que han soportado mayores tasas de infrautilización han sido los jóvenes (45,4%), los extranjeros (31,2%) y las mujeres (27,9%). 

martes, 18 de febrero de 2020

EFECTOS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA

Además de la disminución de la fecundidad y el aumento de la esperanza de vida, en el contexto demográfico español está influyendo la llegada a la jubilación de la generación “baby boomer”, una cohorte muy numerosa nacida pocos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

Como consecuencia, las proyecciones apuntan a que en las próximas décadas tenderá a descender la población en edad de trabajar, incluso contando con la inmigración, y el peso del colectivo mayor de 65 años pasará del actual 17,1% al 29,2% para el año 2050, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)


Vemos en el gráfico que la estructura actual de la población ha perdido su tradicional forma de pirámide al ensancharse en las edades centrales y adopta la apariencia de una hucha, con el volumen de población más numeroso entre 40-44 años. El grupo de niños y niñas de menos de 4 años no supera en conjunto los 2 millones, y el colectivo más envejecido, de 85 años y más, suma entre hombres (en azul) y mujeres (en rojo) más de 1,5 millones de personas.

El cambio de contexto demográfico, con la modificación en la composición por edades, es importante en la evolución de la oferta y la demanda agregadas de la economía, así como en las políticas económicas y sociales, tal como se resume en el siguiente esquema del Banco de España



Con tasas de empleo constantes, el crecimiento de la población en edad de trabajar y la productividad laboral determinan el crecimiento potencial de la economía. Por lo tanto, un menor crecimiento de la población tenderá a generar menos crecimiento de empleo y de producción agregada.

Además, el tamaño de la población empleada es relevante cuando un país tiene una elevada deuda pública, como España, y ha de pagar pensiones que van incrementándose. A fin de no generar déficits, el crecimiento nominal de la economía, incluida la inflación, debería ser tan elevado como el ritmo de incremento de las prestaciones, pero actualmente el PIB está creciendo nominalmente menos de la mitad.

El movimiento natural de la población, el saldo vegetativo, acumula cuatro años de descenso, con lo que estamos en el denominado “invierno demográfico”. En la fase de ralentización se irá reduciendo la inserción de parados en el mercado de trabajo. Las entradas de inmigrantes en el país han aumentado, pero también crecen las salidas de españoles.

Cada vez menos ocupados tienen que sostener a más personas, y con mayores necesidades de asistencia sanitaria por el aumento de la edad media de la población. Será necesario avanzar hacia un modelo económico más productivo para sostener el sistema de salud y atender a las pensiones y demás prestaciones sociales en un contexto de caída de la población y de la tasa de crecimiento económico.



















martes, 11 de febrero de 2020

EL DESARROLLO HUMANO EN EL SIGLO XXI

Se viene denominando desarrollo humano al proceso de avance económico que mejora de modo integral las condiciones de vida de lo ciudadanos, cubriendo sus necesidades básicas, facilitando el acceso a los sistemas de salud y educación, y abriendo oportunidades para desarrollar las capacidades personales en un entorno de libertad.

El desasosiego que afloran las oleadas de manifestaciones de los ciudadanos en diversos países en las calles indica un profundo malestar por las situaciones vividas en un mundo globalizado, situaciones que tienen en común la frustración generada por las desigualdades.

Reconociéndolo así, el reciente Informe (2019) del Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD) propone mirar “más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente”, a fin de afrontar las circunstancias dolorosas que se dan en naciones y grupos.

Muchas personas han superado la situación de pobreza extrema, pero son más las que no cuentan con oportunidades ni recursos para afrontar sus vidas, porque el lugar que ocupan en la sociedad está condicionado por su género, su raza o el nivel económico de su familia. 


Mientras que el 17% de los niños nacidos en países situados en el nivel bajo del Indice de Desarrollo Humano fallecen antes de cumplir 20 años y solo un 3% alcanzan la educación superior, los nacidos en países con desarrollo humano muy alto únicamente el 1% muere antes de los 20 años y el 55% llega a cursar estudios superiores

Son trayectorias desiguales, condicionadas por circunstancias sobre las que prácticamente los afectados no tienen control alguno, lo que supone una ofensa para la dignidad humana y un auténtico reto para hacer realidad la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Los expertos señalan que en el enfoque del desarrollo humano lo importante son las capacidades de las personas para ejercer su libertad y lograr lo que aspiran en la vida. Las diferencias que surgen por el lugar de nacimiento suelen ampliarse a lo largo de los años, penalizando a las personas con la acumulación de varias capas de desventajas.

Por ello, se insiste en que el análisis de las desigualdades vaya más allá de los promedios y explore cómo se manifiesta la desigualdad en el conjunto de una población, en diferentes lugares y a lo largo del tiempo, destacando la amplitud total de la desigualdad en función de las diferentes características sociales y económicas.

Mirando al futuro, para cambiar el mundo hace falta analizar los aspectos que van a repercutir en la desigualdad que puede condicionar la vida de los jóvenes actuales. El siglo XXI anuncia que trae dos cambios importantes: el climático, que está afectando ya de manera directa sobre todo a los más pobres, y la transformación tecnológica, con la inteligencia artificial, que puede dejar atrás a muchas personas, creándoles un futuro incierto.

Siguiendo el pensamiento de Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998 e impulsor del concepto de desarrollo humano, el Informe 2019 señala que hay que superar las privaciones externas para centrarse en las “capacidades aumentadas”, aquellas que pueden permitir el disfrute de mayores opciones a lo largo de la vida. Aprender a leer, por ejemplo, supone un paso que dará importantes frutos en etapas vitales posteriores.

El Informe del PNUD finaliza recordando que muchas situaciones de desigualdad provienen de los desequilibrios de poder, tanto económicos como políticos o sociales. Los intereses creados suelen impedir o, al menos, dificultar de modo pertinaz la puesta en práctica de programas de cambio, olvidando que, a largo plazo, los riesgos de la inacción pueden ser mucho mayores.

Las desigualdades severas pueden provocar tensiones económicas, sociales y políticas en una sociedad. La decisión final en cada país vendrá de los debates políticos, que pueden ser complejos. El Informe aporta a esos debates significativos datos sobre la evolución del desarrollo humano, interpretándolos a través del enfoque de las capacidades y proponiendo ideas para reducir las desigualdades a lo largo del siglo XXI.









martes, 4 de febrero de 2020

ESTRUCTURA SALARIAL

Según los datos de la Contabilidad Nacional ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística español, el importe total de las remuneraciones salariales en España durante 2018 fue de 547.045 millones de euros, un 4% superior al importe del año anterior. Aunque en 2019 el empleo creado haya sido menor, con el impulso de la subida del salario mínimo la masa salarial se habrá incrementado de nuevo por encima del 4%

La estructura salarial se analiza a través de los deciles de la retribución del trabajo. Una vez ordenados todos lo asalariados según la cuantía del salario mensual percibido, se dividen en diez grupos iguales. El primer decil corresponde al 10% de menores salarios; el segundo al 10% siguiente y así sucesivamente.

Para facilitar el análisis de la distribución salarial se han delimitado tres colectivos: a) el 30%, deciles 1 a 3, en la zona más baja, con salarios inferiores a 1.260,9 euros mensuales; b) el 40% , intermedios, deciles 4 a 7, con un salario bruto mensual entre 1.260,9 y 2.187,2 euros, y c) el 30%, los tramos más altos, deciles 8, 9 y 10, con sueldo bruto mensual de más de 2.187,2 euros.
Nos centraremos en las distribuciones de salarios por edad, por sexo y por tipo de contrato. 

Observamos que el 36,9% de los asalariados entre 25 y 34 años están situados en los deciles más bajos (1 a 3) y, por tanto, con un salario bruto mensual inferior a 1.260,9 euros en 2018, en tanto que solo el 19,3% de este colectivo joven accedió a los niveles altos, los deciles 8 a 10, con retribuciones superiores a 2.187,2 euros.

En cambio, en el tramo de edad más alto, 55 y más años, un 24,1% se encontraban en los deciles 1 a 3, con salarios menores que 1.260,9 euros, mientras que el 37,4% alcanzaban lo deciles 8 a 10, con un salario superior a 2.187,2 euros.


Vemos en el gráfico de la distribución por sexo que la proporción de mujeres va descendiendo al aumentar el nivel de retribución. La diferencia es mayor en el grupo de deciles bajos (1 a 3), donde el porcentaje de mujeres más que duplica al de hombres (41,1% frente al 19,7%). En cambio, en el nivel más alto de salarios, la proporción de mujeres no llega al 70% respecto al de los hombres.



En el período analizado, la proporción del salario de la mujer respecto del hombre pasa de un 77,1% en 2013 al 79% en 2018, un avance escaso hacia la equipación salarial, lastrado por el trabajo parcial de las mujeres y por los contratos temporales en ramas de actividad menos remuneradas en mayor proporción que los hombres.


Los tipos de contrato, indefinido y temporal, vienen asociados en muchas ocasiones tanto al nivel educativo, más alto en los contratos indefinidos, como al mayor peso de los contratos temporales en las ramas de actividad estacionales, y afectan al nivel retributivo, dado que, en el año 2018, el promedio de los salarios de los temporales no llega al 65% de los de duración indefinida.