Los movimientos internacionales de capital han ido acelerándose en las últimas décadas. A mediados del siglo XX, los activos externos de los países representaban el 20% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial y en la actualidad superan el 150%. La integración financiera internacional se va intensificando y crece el tamaño del sistema financiero global.
Se considera que son dos los factores que han impulsado el flujo internacional de capitales: las innovaciones tecnológicas, que al reducir los costes de información y transacción han aumentado la rentabilidad de los flujos, y los procesos de liberalización de los movimientos financieros exteriores, que se iniciaron hacia 1970.
Los flujos de capitales se guían por las oportunidades de inversión internacional y las diferencias de las tasas de ahorro. Los flujos entre los países van en doble sentido, pero los valores netos quedan determinados por las diferencias en los tipos de interés de los países. La entrada de capitales es generalmente mayor en los países con tipos de interés más altos.
Además de la búsqueda del interés más elevado, los inversores tratan de diversificar para reducir riesgos. Se emprenden también inversiones internacionales como estrategia empresarial. Es el caso de los fabricantes de automóviles, que construyen plantas de montaje en diversos países.
En el caso de los países en desarrollo, según “World Economic Report”, un informe de la UNCTAD (ONU), los flujos de capital más importantes que les llegan son los de Inversión Extranjera Directa (IED), una modalidad de financiación a largo plazo y transferencia de tecnología, que puede permitirles la inserción en las cadenas de valor global.
En los años de crisis financiera, la financiación a largo plazo ha descendido notablemente, sobre todo la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que representa la tercera parte de la recibida en forma de IED.
Tenemos en el gráfico la evolución en la última década de la financiación recibida por los países menos desarrollados. Destaca la Inversión Extranjera Directa (IED), seguida de las Remesas de emigrantes, Inversión en cartera (títulos), Préstamos bancarios y Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD)
Los estudios realizados por técnicos del FMI señalan que en los países catalogados como de “bajos ingresos” (menos de 1.000 dólares de renta media anual por habitante) harán falta 528.000 millones de dólares (0,5% del PIB mundial) para lograr un avance significativo hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados para 2030 en términos de educación, salud, carreteras, electricidad, agua y saneamiento. Se estima que la tercera parte podría ser financiada con ingresos tributarios adicionales de los propios países, por lo que el sector privado, las AOD y las instituciones internacionales de financiamiento tendrán que financiar los restantes dos tercios del gasto.
A fin de presentar al sector privado oportunidades de inversión, se viene recomendando a los países receptores de fondos un esfuerzo en la mejora del entorno empresarial, el impulso de la formación de capital humano y la puesta en funcionamiento de políticas activas que permitan crear tejido productivo local.
Los flujos de capitales se guían por las oportunidades de inversión internacional y las diferencias de las tasas de ahorro. Los flujos entre los países van en doble sentido, pero los valores netos quedan determinados por las diferencias en los tipos de interés de los países. La entrada de capitales es generalmente mayor en los países con tipos de interés más altos.
Además de la búsqueda del interés más elevado, los inversores tratan de diversificar para reducir riesgos. Se emprenden también inversiones internacionales como estrategia empresarial. Es el caso de los fabricantes de automóviles, que construyen plantas de montaje en diversos países.
En el caso de los países en desarrollo, según “World Economic Report”, un informe de la UNCTAD (ONU), los flujos de capital más importantes que les llegan son los de Inversión Extranjera Directa (IED), una modalidad de financiación a largo plazo y transferencia de tecnología, que puede permitirles la inserción en las cadenas de valor global.
En los años de crisis financiera, la financiación a largo plazo ha descendido notablemente, sobre todo la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que representa la tercera parte de la recibida en forma de IED.
Tenemos en el gráfico la evolución en la última década de la financiación recibida por los países menos desarrollados. Destaca la Inversión Extranjera Directa (IED), seguida de las Remesas de emigrantes, Inversión en cartera (títulos), Préstamos bancarios y Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD)
Los estudios realizados por técnicos del FMI señalan que en los países catalogados como de “bajos ingresos” (menos de 1.000 dólares de renta media anual por habitante) harán falta 528.000 millones de dólares (0,5% del PIB mundial) para lograr un avance significativo hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados para 2030 en términos de educación, salud, carreteras, electricidad, agua y saneamiento. Se estima que la tercera parte podría ser financiada con ingresos tributarios adicionales de los propios países, por lo que el sector privado, las AOD y las instituciones internacionales de financiamiento tendrán que financiar los restantes dos tercios del gasto.
A fin de presentar al sector privado oportunidades de inversión, se viene recomendando a los países receptores de fondos un esfuerzo en la mejora del entorno empresarial, el impulso de la formación de capital humano y la puesta en funcionamiento de políticas activas que permitan crear tejido productivo local.
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