Se puede constatar que algunos países con abundancia en recursos naturales no consiguen que avance su economía, como México, Guinea Ecuatorial y Brasil. En cambio, otras naciones, como Japón o Suiza, han logrado altas tasas de crecimiento económico, a pesar de su carencia de recursos brindados por la naturaleza.
Esta paradoja da pie a la denominada “maldición de los recursos naturales”. En muchas ocasiones, la abundancia de bienes naturales tiende a dificultar la mejora de factores importantes para el desarrollo económico, como el capital humano, la inversión, la investigación y desarrollo y las instituciones de gobierno.
No cabe duda de que los recursos naturales son una fuente importante de riqueza para los países, pero la experiencia demuestra que no son suficientes ni estrictamente necesarias para la prosperidad económica y el progreso. Algunos de los países más ricos del mundo (Hong Kong, Luxemburgo, Singapur) no deben su situación económica a la naturaleza, y otros (EE.UU , Reino Unido) se apoyaron en ella en el pasado, pero hoy día no constituye la fuente principal en la generación de sus rentas.
Uno de los argumentos que se utilizan para justificar la “maldición de los recursos naturales” es la volatilidad de los precios de los commodities (materias primas), que alteran algunas de las variables claves en una economía, provocando el aumento de la incertidumbre, que puede desalentar la inversión
Se ha podido constatar que, en un período de bonanza de las materias primas, con incremento de precios y aumento las exportaciones, puede darse una apreciación del tipo de cambio real de la moneda del país, provocándo en la economía la llamada “enfermedad holandesa”.
La expresión surgió en los años 1960, cuando los ingresos de divisas en Holanda aumentaron a consecuencia del descubrimiento de yacimientos de gas natural cerca del Mar del Norte. La moneda holandesa se apreció notablemente y perjudicó la competitividad internacional de los productos no energéticos exportados por el país.
En el siguiente gráfico, publicado en El Mundo hace unos años, podemos observar que, en un promedio de 146 Estados, cuando la aportación de los recursos naturales al PIB sube un 7%, la calidad de la democracia del país, en una escala de 1 a 10, desciende en 1 punto (10%)
En la explotación de los recursos naturales suele aflorar una renta extraordinaria, con tasas de rendimiento por encima de la normal, que crea incentivos para la captura de rentas o beneficios extraordinarios, y son distribuidos de modo muy desigual entre los factores productivos.
En un contexto de riqueza natural abundante se recomienda tratar de estabilizar la volatilidad de los precios, fomentar el ahorro, atender a los requerimientos de la justicia intergeneracional y apostar por la diversidad en el sector productivo, evitando convertirse en un monocultivo industrial (en muchos casos, alrededor del petróleo)
La “maldición de los recursos” no es una fatalidad para los países dotados en abundancia por la naturaleza, sino un riesgo que puede ser superado con buenas políticas económicas de las instituciones públicas.
En el siguiente gráfico, publicado en El Mundo hace unos años, podemos observar que, en un promedio de 146 Estados, cuando la aportación de los recursos naturales al PIB sube un 7%, la calidad de la democracia del país, en una escala de 1 a 10, desciende en 1 punto (10%)
La abundancia de recursos naturales afecta en muchos casos también a la calidad democrática de los países, como se aprecia en el gráfico. Un caso extremo es Guinea Ecuatorial, país regado por el petróleo, con un 80% de participación de los recursos naturales en el PIB, que tiene importantes carencias democráticas. En cambio Botswana, país del sur de Africa, con 50% de participación de los recursos naturales en el PIB, es una democracia consolidada.
En la explotación de los recursos naturales suele aflorar una renta extraordinaria, con tasas de rendimiento por encima de la normal, que crea incentivos para la captura de rentas o beneficios extraordinarios, y son distribuidos de modo muy desigual entre los factores productivos.
En un contexto de riqueza natural abundante se recomienda tratar de estabilizar la volatilidad de los precios, fomentar el ahorro, atender a los requerimientos de la justicia intergeneracional y apostar por la diversidad en el sector productivo, evitando convertirse en un monocultivo industrial (en muchos casos, alrededor del petróleo)
La “maldición de los recursos” no es una fatalidad para los países dotados en abundancia por la naturaleza, sino un riesgo que puede ser superado con buenas políticas económicas de las instituciones públicas.