martes, 11 de diciembre de 2018

ECONOMÍA DE LA CONTAMINACIÓN

La Cumbre del Clima, en Polonia, encara esta semana la ronda final de unas negociaciones que deben concretar las reglas de aplicación de los compromisos del Acuerdo de París de 2015, un debate en el que los países desarrollados y en desarrollo tendrán que superar sus diferencias para afrontar juntos el desafío medioambiental.

El cambio climático y la contaminación del aire, que se han convertido en los principales problemas medioambientales del planeta, comparten un mismo escenario básico, el actual modelo energético, en el que la quema de combustibles incrementa la emisión de CO2, provocando el calentamiento global que deriva en el cambio climático.

Tratando de distinguir entre ambos fenómenos medioambientales, se puede especificar que el cambio climático es la variación global del clima de nuestro planeta debido a causas naturales y a la acción de lo seres humanos, que se manifiesta en forma de cambios en los patrones climáticos, aumento del nivel del mar y alteraciones meteorológicas cada vez más extremas, con consecuencias económicas y sociales negativas.

En cuanto a la contaminación, supone la presencia en el aire de sustancias o partículas que implican riesgo, daño o molestia para el ser humano, la flora o la fauna. La principal fuente de contaminación atmosférica son los gases que se derivan principalmente de las emisiones provocadas por los combustibles fósiles (incluidas las emisiones generadas por el transporte), los procesos industriales, la quema de bosques, el empleo de aerosoles y la radiación.


Podemos observar en el gráfico que entre China y EE.UU emiten a la atmósfera casi la mitad de todo el dióxido de carbono generado. Por sectores, los gases de efecto invernadero son producidos básicamente en la generación de electricidad y producción térmica (25%), agricultura y silvicultura (24%) e industria (21%)

Aunque cierto nivel de contaminación resulta inevitable cuando hay actividades, que a todos benefician, los expertos afirman que, a menos de instrumentarse una política medioambiental eficaz, nuestra sociedad generará demasiada (mala) contaminación. Una economía de mercado, sin intervención, produce más contaminación de la que debe.

En las actividades contaminadoras se da una asimetría entre los receptores de los beneficios y quienes pagan los costes. En una economía de mercado sin intervención pública que proteja al medio ambiente se decide utilizar un proceso que contamina sólo teniendo en cuenta los beneficios que produce al contaminador, sin consideración alguna a los que soportan los efectos negativos. Este coste no compensado que se impone al conjunto de la sociedad es denominado externalidad negativa.

La protección del medio ambiente es hoy día una de la más importantes responsabilidades de los Estados en los países desarrollados, que utilizan unos instrumentos de políticas públicas denominados “estándares medioambientales”, normas que especifican las acciones concernientes a consumidores y productores, tales como obligar a los automóviles a llevar catalizadores para reducir las emisiones de gases, tratar las aguas residuales, o limitar a las empresas cierto tipo de emisiones.

El análisis económico considera que hay dos modos más eficientes que los estándares medioambientales para luchar contra la contaminación: los impuesto sobre las emisiones y los permisos de emisión negociables. El primero consiste en cobrar a los contaminadores un impuesto en función de la cantidad de contaminación que se produce, a fin de impulsarlos a tener en cuenta el verdadero coste que sus acciones imponen a la sociedad, es decir, a internalizar la externalidad.

El segundo modo, los permisos de emisión negociables, son licencias para emitir ciertas cantidades de contaminación, que pueden ser compradas y vendidas. Una vez que se distribuyen los permisos entre las empresas en base al nivel histórico de emisiones, se permite que se compren y se vendan entre ellas, de tal modo que la que tenga más facilidad para reducir la contaminación pueda vender algunos de los permisos sobrantes a la que se encuentre en dificultades para reducirla, beneficiándose ambas.

Después de tres años de estabilidad, las emisiones de CO2 mundiales volvieron a incrementarse en 2017, un 1,4%. En China han aumentado un 1,7% y en Europa el 1,5%. EE.UU. disminuyó un 0,5% sus emisiones en 2017, debido al despliegue de las energías renovables y a la sustitución del carbón por el gas de esquisto (fracking).

Los expertos advierten que los compromisos voluntarios adquiridos hasta ahora por lo países pueden llevar a una subida de la temperatura de 3,2ºC a final de siglo respecto de niveles preindustriales, cuando el listón de seguridad está situado en 2ºC. Y añaden que con sólo llegar a un incremento de 1,5ºC, los modelos predicen cambios muy importantes en las características climatológicas regionales, tales como alteraciones significativas del clima y desmedidas precipitaciones en unas regiones y sequías en otras.

Por todo ello, los economistas estudiosos del cambio climático coinciden en que es necesario incrementar sustancialmente los esfuerzos actuales de reducción de las emisiones, acelerando la transición global a tecnologías de energía limpia y mejorando la eficiencia en la producción y el consumo de energía.



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