El concepto de “destrucción creativa” fue introducido en economía por Joseph Schumpeter, en su obra “Capitalismo, socialismo y democracia”, un libro editado en 1942.
Este famoso economista describe el proceso de innovación que tiene lugar en la economía de mercado. Los nuevos productos e ideas organizativas, que introducen los emprendedores, impulsan el crecimiento económico, en muchos casos destruyendo empresas ya establecidas.
La destrucción creativa es la fuerza transformadora del capitalismo. Los empresarios se caracterizan por su capacidad para sistematizar ideas e implementarlas. En palabras de Schumpeter, tratan de “transformar ideas en negocios”, sorteando los paradigmas vigentes en su contexto sociológico y tecnológico, para lograr el mejor rendimiento.
Muchos se preguntan si el optimista principio de que tras la destrucción se crea nuevo empleo sustitutivo se cumplirá también en la era digital; o bien, la digitalización, que está trayendo incrementos notables de productividad, añadirá mayor desempleo y desigualdad social.
Una de las noticias recientes sobre las consecuencias de la innovación tecnológica nos llega de China, país al que parece haber llegado la revolución robótica. La multinacional taiwanesa Foxconn, con una de sus fábricas en Kunshan, cerca de Shanghai, ha decidido sustituir por robots a la mitad de los empleados de su plantilla (50.000 personas) en los trabajos repetitivos. Otras grandes empresas chinas están invirtiendo también cantidades importantes en robótica para sustituir a sus trabajadores.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en su recinte estudio sobre el riesgo de la automatización en el trabajo, la llegada de la "cuarta revolución industrial" (inteligencia artificial, drones, impresoras 3D) pone en peligro en España al 12% de los empleos actuales, que se verán sometidos a la reconversión industrial.
El siguiente gráfico es de la OCDE, que ha realizado varios estudios sobre el escenario mundial probable dentro de 50 años. Con el ratio D9/D1, que compara los ingresos (antes de impuestos y transferencias) del 10% más elevado con las rentas del 10% menor, se observa que en el 2060 la desigualdad será mucho mayor que la actual.
En el caso de España, si en el año 2010 el cociente entre los ingresos del 10% mayor (D9) y el 10% menor (D1) era en torno a 3,1, en el año 2060 puede situarse en 4,5.
La mayor desigualdad será consecuencia del aumento de productividad, que beneficia a un reducido número de colectivos, por la concentración del capital en unidades productivas de tamaño creciente, y de la expansión global. Parece que la sobrecualificación y la precarización del empleo, fenómenos que están ya entre nosotros, se acentuarán en los próximos años.
Se está observando que la entrada de robots de propósito general no se limita ya a determinadas industrias, sino que afecta cada vez más a múltiples tipos de negocios. La aportación de las personas va a cambiar profundamente, porque cualquier trabajo que se pueda sistematizar en rutinas será susceptible de automatizarse.
Las oportunidades de trabajo se van concentrando en pocos empleos de alta cualificación, dedicados a tareas más bien abstractas y con niveles retributivos muy altos, y una mayoría de perfiles de baja cualificación en los escalones de salarios reducidos. Es la denominada “polarización del empleo”.
Los expertos recalcan como conclusiones: ampliación del abanico salarial, pérdida de puestos de trabajo y aparición de profesionales nómadas dispuestos a trabajar en cualquier lugar y a cualquier hora. Este nuevo tipo de trabajador es el denominado ya “freelance” global.
Todo ello ocurre cuando el aumento de productividad que genera el avance tecnológico puede permitir la mejora del bienestar de toda la sociedad. Por tanto, hay que prever que se intensifique la búsqueda del cambio social que evite la marginación de algunos colectivos y que promueva una redistribución más equitativa de las rentas del trabajo y del capital.
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