El progreso tecnológico hace referencia a los avances en la productividad debidos a la aplicación de nuevos conocimientos técnicos y científicos, así como a la mejora de los procesos productivos.
Con el progreso tecnológico se incrementa la eficiencia del trabajo en la obtención de bienes y servicios, con lo cual tiene el mismo efecto sobre la producción que un aumento de la población activa.
Puede dar lugar al acceso a mayores cantidades de producción con los mismos recursos de capital y trabajo, así como a la obtención de nuevos y mejores productos. Como el capital tiene rendimientos decrecientes, la producción por trabajador a largo plazo depende, en última instancia, de la tasa de progreso tecnológico.
Aunque el término progreso tecnológico se identifica en muchas ocasiones con grandes descubrimientos científicos, lo cierto es que la mayor parte del avance es consecuencia de las actividades corrientes de investigación y desarrollo (I+D) de las empresas e instituciones públicas.
Como observamos en el gráfico con datos de Eurostat, el porcentaje de I+D sobre el PIB en España fue acercándose al de los países europeos en la primera década de este siglo, pero desde el 2009 ha ido reduciéndose, hasta quedar en el 1,24%, cuando la media de la Unión Europea se ha situado en el 2,02%.
Tengamos en cuenta que el gasto de I+D de las empresas aumenta la probabilidad de descubrir y desarrollar nuevos productos y nuevas técnicas de producción que impulsan la mejora de los resultados económicos.
Los logros de la I+D dependen de la interacción entre la investigación básica, que no genera en sí misma progreso, y la investigación aplicada, que utiliza la básica para el desarrollo de nuevos productos y la mejora de los procesos.
El sistema educativo de algunos países, con orientación al pensamiento abstracto, prepara profesionales mejores para la investigación básica, en tanto que la cultura empresarial de otros países propicia el éxito en el desarrollo y comercialización de nuevos productos. Se suele citar a Francia como ejemplo de la orientación a la investigación básica y a EE.UU como un país destacado en el lanzamiento de nuevos productos.
La preocupación de las empresas es que puedan apropiarse de los beneficios que generan los nuevos productos que desarrollan sus actividades de I+D. Temen que, sin la protección legal, los beneficios que pueda conseguir una empresa innovadora sean bajos, porque otras lanzarán productos similares, que anularán la ventaja que tenía inicialmente la entidad innovadora.
Por lo tanto, los países recurren a conceder una patente a la empresa descubridora de un nuevo producto o una nueva técnica, excluyendo a todas las demás de la producción de ese nuevo producto durante cierto número de años. Es un incentivo para que las entidades dediquen recursos a I+D, pero si resulta excesiva la protección, las empresas acabarán apoyándose en la patente conseguida, generando poca I+D nueva.