Es frecuente confundir los términos renta, riqueza y dinero.
La renta es el ingreso que se recibe en un período de tiempo por el trabajo
realizado, los fondos prestados o la posesión de una propiedad. La riqueza, en
cambio, indica el conjunto de bienes poseídos en un momento determinado.
El dinero no es más que una de las formas en las que las
personas pueden guardar su riqueza y, como apenas produce intereses, la gente
sólo mantiene en reserva lo que necesita para sus transacciones habituales. Por
ejemplo, si una persona tiene un sueldo neto mensual de 2.000 euros, deposita 500
en una cuenta de ahorro a plazo y gasta los 1.500 restantes regularmente
durante el mes, sus reservas medias de dinero serán de 750 euros.
El dinero en metálico y las cuentas corrientes bancarias son
las principales formas de dinero que se utilizan. Si, para simplificar,
reducimos la demanda de dinero a la necesidad de transacciones, se puede
relacionar la cantidad de dinero que tienen las familias con el valor nominal
de la renta real, es decir, con P*Y, siendo P el nivel de precios e Y la renta
real.
Si sube la renta real de toda la economía o aumentan los
precios, subirá la renta nominal y se necesitará mayor cantidad de reservas de
dinero para realizar las transacciones.
Estas relaciones configuran la ecuación cuantitativa: M*V=P*Y,
es decir, la cantidad de dinero (M), multiplicada por la velocidad de
circulación (V) es igual a la renta nominal (P*Y).
Podemos utilizar el ejemplo anterior para calcular la
velocidad. Si se mantiene habitualmente una resera de dinero equivalente al gasto de 15 días, la velocidad
de circulación anual será de 24 aproximadamente (365/15), es decir, que una
unidad monetaria se utiliza 24 veces en el año en la compra de bienes y
servicios.
Despejando la cantidad de dinero, M = PY/V. Por lo tanto, si
la renta y la velocidad de circulación no se alteran en el corto plazo, la
demanda de dinero varía con el nivel de precios.
Respecto a la oferta de dinero, sabemos que depende de la política monetaria, que es
responsabilidad de los bancos centrales, en nuestro caso del Banco Central
Europeo. En la medida en que actúan para influir en el tipo de interés nominal,
sus políticas influyen en el sector bancario y provocan cambios en la oferta
monetaria.
En el siguiente gráfico podemos observar las consecuencias de
una variación de la oferta monetaria
Vemos que la demanda de dinero (D) es igual a P*Y/V. Si la
oferta nominal de dinero es O1, el nivel de precios de equilibrio
será P1. Al incrementar la oferta monetaria de O1 a O2,
el nivel de precios tiende a P2. Las personas necesitarán
guardar más dinero para realizar transacciones.
El nuevo equilibrio entre la demanda y la oferta se consigue cuando los
precios alcanzan el nivel P2
Se suele admitir que el aumento de la oferta de dinero
acompañada de una variación proporcional del nivel de precios no tiene efectos
reales, a largo plazo, en la economía. De ahí viene la expresión “neutralidad del dinero”, un principio
que se cumple siempre que la economía funciona al nivel de producción potencial
y con precios y salarios perfectamente flexibles. Es la llamada “dicotomía
clásica”: independencia de las variables reales respecto de las nominales,
estas últimas afectadas por los precios.
Si el incremento de oferta monetaria tiende a impulsar
subidas de precios, ¿por qué no se incrementa la inflación ahora que los bancos centrales están aumentando
la liquidez notablemente?
Quizás porque en época de crisis no se cumple la hipótesis de
que se mantiene constante la velocidad de circulación del dinero: aumenta en las
épocas de expansión y disminuye en las recesiones.
El siguiente grafico del Banco de España muestra la caída del
crédito en España, que es uno de los motivos del descenso de la velocidad de circulación:
Ocurre también que, con los tipos de interés a niveles muy bajos, la velocidad de circulación tiende a disminuir, dada la tendencia de empresas y consumidores a mantener dinero líquido en su poder.
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