Como consecuencia, la
parte de los bienes duraderos de consumo, tales como lavadoras, frigoríficos y demás
utensilios del hogar, se ha reducido desde cerca del 10% hace una década al 6%
actual. Ha influido también en este notable descenso el endurecimiento de las
condiciones de financiación.
En el siguiente gráfico
podemos observar la evolución del consumo total de los hogares, en continuado
descenso desde el tercer trimestre de
2010:
La línea azul
representa, en porcentajes interanuales, los efectos de la segunda recesión de
la actual crisis sobre el consumo familiar. Al descenso en el tercer trimestre
de 2010, siguen pronunciadas caídas trimestrales hasta el primer trimestre de
2013. El ritmo de disminución del
consumo va cayendo, hasta que en el tercer trimestre (columna roja) se produce
el primer aumento.
Dada la importancia del
consumo familiar, que representa en España en torno al 60%, vamos a analizar el
comportamiento de los bienes de consumo no duraderos y de los servicios, ya que
los bienes duraderos son en gran parte una especie de inversión, aunque la
contabilidad nacional los considera como consumo
En una primera
aproximación, el análisis económico relaciona el consumo de los hogares con la
renta disponible. Se supone que el consumo de un año y los ingresos de las
familias de ese mismo año evolucionaban a la vez, sin distinguir entre variaciones
temporales y permanentes de la renta.
El cociente entre el consumo
y la renta se denomina propensión a consumir
y como las opciones son únicamente gastar o ahorrar, si la familias
consumieron el 91,8% de su renta disponible en el año 2012, es que dedicaron al
ahorro el resto, el 8,2% (propensión a
ahorrar).
El análisis económico
moderno hace hincapié en las decisiones que se toman teniendo en cuenta los
ingresos que se prevén a lo largo de toda la vida. El consumo y el ahorro se
basan en la renta permanente, que es
el consumo que podría mantener una persona durante toda su vida con el nivel
actual de riqueza y la renta que percibirá en adelante.
Ante cualquier aumento
de renta, el consumidor trata de averiguar si es temporal o permanente. Si lo
considera permanente, puede dedicarla al consumo en su totalidad. En cambio, si
es temporal, apenas va a influir en el
consumo, puesto que, para mantenerlo constante, debe repartirlo entre los años
futuros. En consecuencia, la propensión al consumo del incremento será muy baja. Cualquier aumento transitorio o
temporal se dedicará a ahorro.
En algunas ocasiones la
decisión de consumir no responde al razonamiento de la renta permanente, debido
a la restricción de liquidez. Sucede
cuando se prevé un continuado aumento de rentas pero, al ser futuras, no se dispone de recursos líquidos o de acceso
a un préstamo para convertirlas hoy en consumo. Es el caso de los jóvenes que
acceden al primer empleo. Deberían consumir según la renta esperada a lo largo
de toda su vida, que irá en ascenso, lo cual supondría gastar hoy más de lo que
ganan, pero únicamente podrán hacerlo si consiguen acceder a préstamos.
Una aplicación de la teoría
de la renta permanente a la política tributaria es el caso de la subida temporal
de impuestos en EE.UU. en 1968 para contrarrestar el exceso de gasto que
ocasionó la guerra de Vietnam. Como la subida era para un solo año, no tuvo
ningún efecto. Al ser temporal la caída de la renta disponible, las familias continuaron
realizando prácticamente el mismo nivel de consumo.
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