En
el verano de 2007, tanto el petróleo como las Bolsas de Valores alcanzaban
niveles record. La crónica económica daba cuenta de enormes beneficios y
espectaculares operaciones financieras.
Bastó
un accidente banal para cambiar súbitamente la tendencia alcista. El 9 de
agosto de 2007, BNP Paribas, el mayor banco de Francia, tuvo que bloquear tres
fondos de inversión valorados en 2.000 millones de euros, afectados por su
vinculación con la incipiente crisis hipotecaria en EE.UU.
Ocurrió
que ciertas entidades financieras estadounidenses especializadas en las ya
famosas y arriesgadas hipotecas subprime estaban en serios apuros. La burbuja
financiera había comenzado a deshincharse, pero a tal velocidad que más parecía
una explosión. El contagio fue inmediato. La primera crisis financiera de la
globalización se extendió con una virulencia terrible.
Por
aquellas fechas el mercado inmobiliario español estaba llegando al límite de
sus posibilidades. Con los tipos de interés subiendo, la rentabilidad de las
compras para beneficiarse de las subidas posteriores de las viviendas estaba
disminuyendo. Las familias tenían que dedicar, como promedio, ocho años de sus
ingresos para adquirir una vivienda, lo cual estaba fuera del alcance de la
mayoría.
La
cuestión es que el incendio, que comenzó en el mundo desarrollado, se propagó
por todo el sector financiero y, con el tiempo, ha afectado seriamente a la
economía real, con una triste secuela de desempleo, pobreza y sequia financiera.
¿Cómo
va llegar la mejora de la actividad económica y la creación de empleo según el
pensamiento dominante en Europa?
Recordemos
la composición del Producto Interno Bruto (PIB) de un país,
PIB
= C + I + G + (X – M)
Parece
evidente, por la evolución que observamos, que el incremento de actividad no
será consecuencia de la mayor demanda de consumo (C), porque el gasto de las familias
sigue débil a causa de la política de austeridad, el nivel de desempleo y al
miedo al futuro.
La
inversión privada (I) está en franco retroceso, después de varios años de
elevados niveles de inversión. Al faltar demanda, las empresas tienen
subutilizadas las instalaciones ya construidas y no se involucran en
ampliaciones.
En
cuanto al gasto público (G), tanto corriente como en infraestructuras, está
sometido a recortes, a fin de llevar el déficit presupuestario a niveles ya
comprometidos con las instituciones europeas.
Si
Europa tuviese un presupuesto amplio a nivel de la Unión, como el 25% del PIB en
poder del gobierno federal en Estados Unidos, se podrían esperar transferencias
y subvenciones para evitar el recorte continuo de los gastos sociales, pero con
el 1% de presupuesto sobre el PIB que recauda, no es posible contar con ninguna
ayuda.
Por
lo tanto, en la identidad señalada del PIB sólo nos queda un componente, el
sector exterior (X-M), exportaciones (X) menos importaciones (M). Y la clave
para impulsar el sector exterior es el aumento de la competitividad. De la
demanda exterior puede venir la mejora de la actividad y la reducción del
desempleo.
Una
vía para mejorar la competitividad es el aumento de la productividad (la
producción por hora trabajada), por medio de innovación, reformas estructurales
y una adecuada política industrial. Este
es un camino que tiene efectos a medio y largo plazo. En lo que va de año, el ritmo de aumento de la productividad está
en torno al 3%, impulsado por el intenso ajuste del empleo.
Una
segunda estrategia para aumentar la competitividad es concertar una moderación
de precios y salarios, cuidando que se mantengan los niveles reales de salarios y pensiones, es
decir, las capacidades adquisitivas, lo cual supone controlar la inflación de
los productos y servicios consumidos.
Estas
acciones beneficiarían a las empresas, el Gobierno conseguiría mayores
ingresos fiscales y podría reducirse el
desempleo en aquellos sectores que consigan mayor competitividad. En el tercer
trimestre del año, los costes laborales unitarios han descendido cerca del 3%
en tasa interanual
En
el siguiente gráfico, obtenido del informe mensual de “La Caixa”, observamos el
incremento del porcentaje de las exportaciones de bienes y servicios en los dos
trimestres anteriores (tasas interanuales)
Sin
embargo, la evolución negativa del PIB de nuestros vecinos comerciales, sumidos
también en procesos de ajuste, va a dificultar el avance de las exportaciones
en los próximos trimestres. El PIB de la zona Euro cayó un 0,1% en el tercer
trimestre en términos anuales.
Como
el horizonte temporal tiene importancia, a corto plazo, la citada concertación
de rentas (precios y salarios) puede ser
más efectiva, pero en el medio y largo plazo la mejora de la competitividad se
tiene que apoyar en mayor productividad y, por tanto, habrá que prestar atención especial a la inversión tecnológica y
al impulso educativo consiguiente.
Pero
en 2011 se invirtieron en España en proyectos
de investigación y desarrollo 400 millones de euros menos que en el año
anterior y ha sido la primera vez que, en los últimos 12 años, se reduce el porcentaje
de I+D respecto del Producto Interior Bruto.
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