En la década de los
años 90, el modelo económico cubano tuvo que adoptar importantes cambios
funcionales y estructurales para afrontar la crisis económica ligada a la
ruptura de sus relaciones económicas internacionales como consecuencia de la
desaparición de la URSS
El vacío dejado por los antiguos países socialistas llevó a la reorientación geográfica de los vínculos comerciales exteriores, adaptando el sistema de relaciones a la dinámica de los precios vigentes en el mercado mundial, sin poder acceder a las fuentes de financiación externa de forma estable, dada la persistencia del bloqueo norteamericano.
El vacío dejado por los antiguos países socialistas llevó a la reorientación geográfica de los vínculos comerciales exteriores, adaptando el sistema de relaciones a la dinámica de los precios vigentes en el mercado mundial, sin poder acceder a las fuentes de financiación externa de forma estable, dada la persistencia del bloqueo norteamericano.
Entre 1990 y 1994, el
PIB se contrajo un 34,8%. El presupuesto del Estado y los de casi todas las
empresas sufrieron una brutal caída de ingresos, pero se mantuvieron los gastos
de educación y salud y, para evitar el desempleo masivo, aumentaron los
subsidios destinados a cubrir las pérdidas de las empresas.
El abultado déficit
estatal (24,5% entre 1990 y 1993) que introdujo la crisis económica provocó
desequilibrios, muy elevada inflación (183% en 1992) y, como resultado,
desconfianza en el peso cubano.
Por ello, desde los
comienzos de los 90, la economía cubana comenzó a funcionar en base al dólar,
pero el peso cubano siguió operando en muchas áreas, con lo cual el país entró
en la dualidad monetaria.
El proceso de
dolarización llevó a cambiar el dólar
por 7 pesos en 1990 y 100 pesos en 1992. Con el control de la
inflación, el tipo de cambio logró
estabilizarse en torno a 21 pesos el dólar en el resto de la década.
La entidad oficial de
cambio de moneda (CADECA) surgió en 1995 y asumió la devaluación del peso
cubano, adoptando el tipo de cambio informal vigente en las operaciones con la
población y los turistas
Aunque el proceso de dolarización fue una necesidad derivada de
la crisis, se convirtió en un mecanismo de regulación económica, al reservarse
el Estado la decisión de cuáles empresas deben operar en dólares y cuáles en
pesos cubanos.
En los años 2003 y 2004
se llevó a cabo la sustitución del dólar por el peso cubano convertible (CUC).
La economía dejó de estar dolarizada y se mantuvo la dualidad con la
circulación del peso cubano y el peso convertible.
Sin embargo, el tipo de
cambio informal aplicado en la casa de cambio no se llevó a la contabilidad y a
las operaciones del sector empresarial. Todavía hoy, el tipo de cambio del peso
cubano que aplican las empresas es hacerlo equivalente al dólar o al peso
convertible.
Esta sobrevaloración
del peso nacional distorsiona los valores de los balances contables de las
empresas y el propio cálculo del PIB. Mantiene artificialmente rentables a un
conjunto de empresas y, simultáneamente, irrentables a muchas otras que no lo
son realmente.
Al mismo tiempo, la
sobrevaloración estimula las importaciones, dado que en la contabilidad no se
refleja el verdadero costo de los productos importados y reduce el auténtico
valor de las exportaciones. La consecuencia es que el tipo de cambio oficial
que se aplica a las empresas no permite evaluar la competitividad de los bienes
y servicios cubanos.
Pero la distorsión en
la gestión empresarial no es la que más se menciona cuando uno escucha discutir
a los cubanos sobre la dualidad monetaria. La doble moneda se identifica mucho
más con las desigualdades en los ingresos, debido a que los salarios de los
trabajadores estatales se pagan en pesos cubanos, a los que la inflación ha
restado en los últimos 20 años un 70% de su capacidad adquisitiva, y, en
cambio, cuantos se desenvuelven en
el sector turístico, acceden a remesas
exteriores o se relacionan con las actividades de la inversión extranjera se
benefician de ingresos valorados en dólares o pesos convertibles.
Pero lo cierto es que las
desigualdades son consecuencia de la reducción de los salarios reales en el
amplio sector estatal cubano, ocasionada sobre todo por la elevada inflación
del “período especial” (1990-1993). No es un tema monetario, sino una cuestión
estructural, que viene determinada, en definitiva, por la baja productividad y la ineficiencia de
gran parte del sector empresarial.
Sobre la doble moneda,
los “Lineamientos” indican que “se avanzará hacia la unificación monetaria,
teniendo en cuenta la productividad del trabajo y la efectividad de los
mecanismos distributivos y redistributivos”.
Por la información que
hemos recibido en la reciente visita a Cuba, sabemos que se ha dado el primer
paso. En el 2013 comenzará a experimentarse con cuatro grupos empresariales la
devaluación del peso cubano, situando el tipo de cambio en términos 1 peso
convertible igual a 7 pesos nacionales.
Con una devaluación de
este tipo, cambiarán los precios relativos y los resultados financieros de las
empresas. También se verá afectado el presupuesto del Estado.
La devaluación va a
traer un incremento de la inflación, al tratar las empresas de trasladar a los
precios finales de los bienes y servicios el incremento de costos por
multiplicar a una tasa de cambio mayor los pesos convertibles y divisas de los
insumos.
Los cambios van a provocar un empeoramiento de
la cuenta de resultados de algunas empresas y afectar a su solvencia,
dejándolas sin capacidad para hacer frente a las deudas contraídas con los acreedores.
Pero es evidente que surgirán nuevas oportunidades para el ámbito productivo.
Es posible que esta
devaluación del 1 a 7 sea el primer paso de un proceso gradual, porque habrá
que ver en qué punto se va a encontrar con la tasa de cambio en CADECA, es
decir, cuál es la tasa de equilibrio, porque el tipo de cambio actual para la
población de 24 pesos por convertible tampoco es el del equilibrio final, ya
que en este mercado no intervienen el conjunto de la oferta y demanda del país.
El proceso devaluatorio
que se inicia, que introducirá tensiones en la economía, va a mejorar la
transparencia en la información sobre la gestión y la medida de las rentabilidades de las empresas cubanas,
pero no puede lograr por sí solo la mejora de la distribución del ingreso, ya
que, como hemos indicado, el nivel reducido de los salarios estatales no es un
problema monetario, sino una cuestión derivada de la situación del conjunto de
la economía cubana