Una vez comentados en entradas anteriores tres de los flujos vitales de toda economía, es decir, el consumo privado, la inversión privada y el gasto público, los tres componentes de la demanda interna, nos resta tratar sobre el flujo que aportan al PIB las relaciones con otros países.
La demanda externa se recoge en la balanza de pagos del país, que es un documento contable donde se registran las operaciones de cobros y pagos generadas por las transacciones económicas realizadas por los residentes de un país con el resto del mundo.
El componente más significativo de la balanza de pagos es la balanza por cuenta corriente, que tiene las siguientes partidas:
a) Balanza Comercial. Incluye los cobros por exportaciones y los pagos por importaciones
b) Balanza de servicios. Incorpora los cobros por la prestación de servicios a otros países (turismo, transporte, asistencia técnica…) y los pagos por los servicios recibidos.
c) Balanza de rentas. Ingresos por trabajo y capital de las personas del país en el resto del mundo y pagos por no residentes que prestan servicios en el país.
d) Balanza de transferencias. Transacciones sin contrapartida, tales como remesas de emigrantes y donaciones de otros países.
Hablamos de déficit exterior cuando ese saldo es negativo y de superávit exterior cuando sucede lo contrario.
En el siguiente gráfico se representa la evolución de la Balanza de Pagos por cuenta corriente de España, desglosado en sus diversos componentes:
El déficit exterior viene a ser una fuente de recursos que puede servir para financiar la inversión del país. Quien mantiene un superávit con otros países, por el contrario, está financiando con su ahorro el consumo del resto del mundo
Veamos, por ejemplo, las relaciones comerciales entre España y Alemania en el año 2010. España importó de Alemania bienes por valor de 28 millones de euros y exportó a aquel país 19,5 millones. Por tanto, España tuvo un déficit comercial de 8,5 millones de euros.
Ese déficit significa que dimos esa cantidad a Alemania en forma de promesas de pago, materializadas en forma de billetes de banco, pagarés o letras, pero no en bienes y servicios. España gastó en 2010 más de lo producido, mientras que en Alemania ocurrió lo contrario.
Hasta que las promesas de pago no se ejecuten, es decir, mientras Alemania no gaste nuestros euros comprando bienes españoles estará financiando el consumo o la inversión de España con parte de su ahorro.
Por tanto, el déficit exterior de un país es un préstamo recibido del resto del mundo que, si lo dedicamos a inversiones con buen rendimiento, podremos devolverlo y quedarnos con un excedente. En cambio, si lo gastamos en consumo, tendremos dificultades cuando llegue la hora de devolverlo.
Las inversiones de un país tienen tres fuentes de financiación: ahorro privado (familias y empresas), ahorro público (impuestos menos gastos públicos y menos transferencias unilaterales –por ejemplo, pensiones-) y déficit exterior (en su mayor parte, importaciones menos exportaciones).
España mantuvo entre 2003 y 2008 un elevado nivel de inversiones gracias al ahorro recibido de otros países, porque el generado en el país resultaba insuficiente. Es lo que nos indican los déficits de la balanza por cuenta corriente, que en el 2007, su nivel más alto, se situaba en el 10% del PIB
El descenso de la demanda interna española, con la consiguiente reducción de la producción y el empleo, ha reducido el déficit exterior de bienes y servicios al 4,5% en 2010 y podría haberse eliminado en el 2011 si los precios del petróleo y otras materias oprimas no se hubieran elevado.