Comentábamos en la entrada sobre indicadores económicos que el PIB es la referencia tradicional para medir el crecimiento, porque es una variable de la que se disponen datos con regularidad. También advertíamos sobre algunos límites de este indicador: sólo calcula transacciones monetarias, pasa por alto aspectos distributivos, no descuenta la inutilización de recursos...
Muchos economistas vienen señalando que utilizar una unica dimensión para evaluar el desarrollo de un país supone una aproximación deficiente. Una forma de mejorar el análisis consiste en construir indicadores multidimensionales que tengan en cuenta varios aspectos relacionados con el desarrollo.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) va más allá del crecimiento económico, en busca del desarrollo humano, que lo identifican con “la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses”.
La ONU añade que, además del incremento de ingresos, se busca un “mayor acceso al conocimiento, mejores servicios de nutrición y salud, medios de vida más seguros, protección contra el crimen y la violencia física, una adecuada cantidad de tiempo libre, libertades políticas y culturales y un sentido de participación en las actividades comunitarias. El objetivo del desarrollo es crear un ambiente propicio para que la gente disfrute de una vida larga, saludable y creativa”.
El desarrollo es, por tanto, mucho más que el crecimiento económico, que constituye sólo un medio, aunque muy importante, para que cada persona tenga un abanico de oportunidades más amplio.
Por eso, desde 1990 se viene calculando el “Índice de Desarrollo Humano” (IDH), elaborado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) con base en las ideas desarrolladas por el economista bengalí Amirtya Sen, premio Nobel de Economía.
El IDH es un indicador social que promedia tres parámetros: a) esperanza de vida al nacer; b) tasa de alfabetización de adultos y de duración de la educación obligatoria, y c) PIB por habitante.
El informe del año 2010 introduce tres nuevos índices sobre aspectos importantes de la distribución del bienestar: la desigualdad, la equidad de género y la pobreza.
El indicador ajustado por la desigualdad (IDH-D) tiene en cuenta el aspecto equitativo en la distribución de las dimensiones estudiadas entre la población. El informe estima una pérdida media debida a la desigualdad total del orden del 22%, que va desde un 6% en la República Checa a un 45% en Mozambique.
La desigualdad de género (IDG) refleja la desventaja de la mujer en tres dimensiones: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral. Muestra la pérdida en desarrollo humano debido a la desigualdad entre los logros de mujeres y hombres en dichas dimensiones.
El indicador de pobreza multidimensional (IPM) identifica múltiples privaciones individuales en materia de educación, salud y nivel de vida, utilizando microdatos de encuestas familiares.
El índice del año 2010* sustituye la media aritmética por la media geométrica como forma de agregar los indicadores que aproximan los logros en salud, educación y bienestar material (la media geometrica se obtiene con la raiz cúbica del producto de los tres índices parciales)
En la relación de los 169 países del mundo que cuentan con estadísticas fiables, Noruega ocupa en el informe 2010 el primer lugar (índice 0,938), seguido de Australia (0,937), Nueva Zelanda (0.907) y EE.UU (0,902). España se encuentra en el número 20 (indicador 0, 863), con una pérdida del 9,7% por desigualdad.
Los índices señalados vienen a significar el tanto por uno del máximo alcanzable a nivel mundial. Por ejemplo, en el componente sanidad, el PNUD considera el nivel mínimo y máximo de vida 25 y 85 años (diferencia 60). Si España tenía en 2010 una vida media de 82 años, la diferencia es 57 (82-25) y 57 sobre 60 da un tanto por uno o índice 0,95, es decir, que se alcanza el 95% del máximo mundial posible.
Otro indicador de bienestar nos lo presenta el teólogo Leonardo Boff, recogiendo las aspiraciones más profundas del ser humano. Cuenta en uno de sus artículos semanales el caso del Reino de Bután, encajonado entre China e India, a los pies del Himalaya, muy pobre materialmente. El diminuto país, con unos 75.000 habitantes, tiene establecido oficialmente el “Indice de Felicidad Interna Bruta”, que se mide, entre otros, “por el buen gobierno de las autoridades, la distribución equitativa del excedente de la agricultura de subsistencia, buena salud y educación, y, especialmente, buen nivel de cooperación de todos para garantizar la paz social”.
* Informe completo en: http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2010/
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