En las tres últimas décadas, el incremento del comercio mundial ha venido acompañado de una mayor fragmentación internacional de los procesos de producción. Las empresas distribuyen sus actividades entre diversos países, desde el diseño del producto hasta la fabricación de las piezas, su ensamblaje y la comercialización.
Este proceso ha dado lugar a las denominadas «cadenas globales de valor» (CGV), definidas como el conjunto de actividades o etapas de producción que se realizan en diferentes países y que son requeridas para la elaboración y venta de bienes y servicios finales. Se estima que el 50% del comercio mundial ha estado vinculado a estas cadenas.
Además de las normas que rigen el comercio entre los países, establecidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), la integración global basada en redes internacionales de producción supone también un avance para evitar las guerras comerciales, que resultan perniciosas para el crecimiento económico.
Para ilustrar el funcionamiento de estas cadenas, veamos el caso paradigmático del aparato telefónico iPhone 7, en el contexto de la relación comercial entre China y EE.UU. Cada aparato que llegó al país norteamericano tenía un coste de 240 dólares, pero ninguno de sus componentes había sido fabricado en China, que sólo realizó el ensamblaje, con un ingreso de 8,46 dólares, el 3,56% del coste total del aparato en fábrica (237,46 dólares).
Los componentes provenían de EE.UU (Intel), Japon (Sony), Corea del Sur (Samsung), Taiwan (Foxconn), entre otros, que percibieron en conjunto 229 dólares. El titular del aparato, Apple, se estima que logró una ganancia bruta de 283 dólares sobre un precio minorista de 650. China consigue muchos empleos, no bien pagados, y otros países se llevan el grueso del valor añadido.
La fragmentación de la producción ha ido acelerándose con las ventajas de especialización y de costes de los procesos, especialmente a través de la mayor participación de algunos grandes países asiáticos, que han aportado mano de obra poco especializada a coste reducido, al tiempo que las nuevas tecnologías reducían el coste de las comunicaciones.
Esta distribución internacional de tareas habrá influido en reducir los movimientos migratorios, aumentar la renta de los países menos desarrollados y poner al alcance de los consumidores productos finales a menor precio, pero la inesperada llegada del coronavirus Covid-19 ha cambiado la situación en los países, poniendo de relieve las limitaciones de las cadenas globales de valor.
El confinamiento y la paralización de la producción para evitar la extensión del virus, primero en China y luego en otros países, provocó una interrupción de suministros, poniendo en riesgo la continuidad de los procesos productivos en los países que participaban en la cadena de producción.
Durante la pandemia, algunas empresas dependientes de importaciones intermedias chinas y de otros países no han podido reemplazar a sus proveedores con la rapidez necesaria y han tenido problemas de abastecimiento. No es fácil encontrar al proveedor adecuado, capaz de responder a los requerimientos técnicos, de calidad y adecuados plazos para el buen funcionamiento de las redes de producción.
Otro aspecto cuestionado ha sido la gestión de los inventarios. La coordinación de las cadenas de valor permitía a las empresas funcionar con el mínimo volumen de inventarios pero, al interrumpirse los suministros, se han encontrado sin existencias de materiales y productos intermedios para seguir fabricando los productos finales.
A la desconfianza en un modelo productivo con dependencia de suministros exteriores se ha unido la preocupación por la falta de producción nacional considerada imprescindible. Es el caso del material sanitario (mascarillas, EPIs y respiradores) para hacer frente a la pandemia, que ha planteado la necesidad de reducir la dependencia externa, revisando las cadenas globales de valor y volviendo a situar en el país la actividad industrial. Las deslocalizaciones de actividad que propician las redes de producción han acentuado la pérdida de tejido industrial.
Ante posibles perturbaciones futuras, la nueva tendencia se orienta a dar mayor peso a la seguridad en los abastecimientos, aún a costa de la menor competitividad, primando la cercanía y la diversificación en los suministros, además de asegurar inventarios suficientes en productos estratégicos y sensibles.
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