En las crisis de la economía española, el déficit exterior suele ser un indicador relevante del intenso desajuste de la estructura productiva. Así ocurrió en los años de la burbuja inmobiliaria (2002-2007), cuando el país fue acumulando un creciente déficit en sus relaciones comerciales con el exterior, que llegó a registrar en la cuenta corriente de la balanza de pagos un saldo histórico del -9,6% del PIB en el año 2007, lo cual significa que se necesitó recurrir a una financiación externa superior a 100.000 millones de euros para atender a los gastos internos de consumo e inversión.
En el siguiente cuadro tenemos la evolución de la balanza por cuenta corriente en la última década, subdividida en sub-balanzas:
La brecha exterior de la burbuja inmobiliaria fue reduciéndose, hasta que en la segunda mitad de 2012 España dejó de depender del crédito exterior por primera vez en muchos años y fue acumulando excedentes frente al resto del mundo. En el año 2017, como se recoge en el cuadro anterior, alcanzó un saldo positivo por cuenta corriente cercano a 20.000 millones de euros, en torno al 1,8% del PIB.
Un primer determinante de este cambio en la relación económica con el exterior fue el notable incremento de las exportaciones en plena crisis. En el período de 2008 a 2017, las ventas se elevaron a una tasa media del 7,1% anual. Este comportamiento dio lugar a la ampliación de la apertura comercial (exportaciones/PIB), pasando del 17,6% en 2007 al 24% en 2014.
El aumento de las ventas se concentró en los bienes intermedios (productos semielaborados para fabricar bienes de equipo, ensamblar automóviles y obtener productos químico-farmacéuticos) y alimentos (frutas, hortalizas, legumbres y productos cárnicos). Cabe mencionar como significativa también la exportación de automóviles.
Aunque la reducción de los costes laborables puede haber influido en este avance exportador, los estudios realizados apuntan más bien a otras razones. Se ha podido constatar que una parte considerable del comercio internacional viene discurriendo por factores ajenos a la competitividad-precio.
Las ventajas competitivas relevantes van ligadas a las condiciones de la producción y de la tecnología, a la comercialización y a la financiación, así como al entorno macroeconómico. Las estrategias son decididas en gran parte por las empresas multinacionales, participando habitualmente en el intercambio unidades del mismo grupo empresarial.
Las importaciones contribuyeron también a la reducción del déficit comercial exterior, dado que aumentaron con moderación, influidas por las variaciones de los precios en las compras energéticas (petróleo y gas). Cabe destacar también las adquisiticiones de bienes semielaborados (componentes de automoción, mecánicos, electrónicos y químicos), que se elaboran después, en muchos casos para exportarlos formando parte de cadenas de valor globales.
En la sub-balanza de servicios destaca la partida de turismo y viajes, que en España ha sido siempre el contrapeso al saldo negativo de los intercambios de bienes. Los ingresos turísticos han pasado de 40.000 millones de euros en 2011 a 60.000 millones en 2017, aprovechándose de las dificultades que atraviesan algunos competidores turísticos en el Mediterráneo.
Otros servicios distintos del turismo también están logrando superavit en sus relaciones con el exterior, tales como seguros, transporte, telecomunicaciones-informática, consultoría y construcción, consecuencia del proceso de internacionalización de las grandes empresas españolas.
En cuanto a las rentas primarias, la partida más importante es el intercambio de rentas de inversión. Desde 2012 se produjo un fuerte descenso de los intereses devengados por los préstamos recibidos desde el exterior, aunque siguieron aumentando las salidas por beneficios y dividendos. Se incluyen los fondos del FEAGA (Fondo Europeo Agrícola de Garantía) de origen comunitario, por precios agrícolas garantizados, y los pagos de la aportación española al presupuesto comunitario.
Las rentas secundarias, que dan saldos negativo, se refieren a la salida de remesas de emigrantes y los flujos con la Unión Europea, que contabilizan las aportaciones de España sobre las cuotas de IVA y del PIB. En los ingresos, destacan los procedentes del Fondo Social Europeo.
En definitiva, el cierre de la brecha exterior fue consecuencia del aumento de las exportaciones, con cierta contención en las importaciones, facilitada por el comportamiento favorable en los precios de los productos energéticos. Aumentaron los ingresos por turismo y los servicios profesionales de las empresas en el exterior, disminuyeron las rentas primarias por los menores intereses a pagar de los préstamos y descendió el déficit de las rentas secundarias, en especial por la caída en los envíos de fondos de los inmigrantes a sus países de origen.