Ha sorprendido el dato del Índice de Precios de Consumo (IPC)
de España de enero, al situarse en un -0,3% en términos interanuales (+0,3% en
el País Vasco). Al igual que en el primer semestre de 2015, el nuevo año comienza
con inflación negativa, quebrando la tendencia al alza de precios de los meses
anteriores.
El Instituto Nacional de Estadística señala que en el
descenso de enero ha influido significativamente la reducción de los precios en
el grupo transporte y en los gastos en vivienda, sobre todo debido a la caída
de los precios de la electricidad, consecuencia de la menor demanda.
La variación del precio del petróleo, bajando al comienzo de
2015, subiendo en mayo y volviendo a descender en agosto, condicionó la evolución del IPC general.
Una inflación negativa aumenta la capacidad adquisitiva de
los consumidores, dándoles opción a aumentar su consumo, o bien, a incrementar
el ahorro, con mayor posibilidad de atender las obligaciones de las deudas
contraídas por las familias.
Pero sería más acertado fijarse en la evolución del IPC
subyacente, un indicador de la evolución de los precios que no considera los
cambios en los productos energéticos y en los alimentos sin elaborar.
Al contrario que el IPC general, el indicador subyacente se
ha mantenido todo el año en positivo, alrededor del 0,3% de media en el primer
semestre y en un entorno del 0,9% en el segundo. Algunos economistas estiman
que la inflación subyacente es el indicador que mejor señala la tendencia de
los precios. Este indicador apunta a que se está produciendo una recuperación
de la demanda, muy debilitada en el período de recesión.
Aunque hay partidarios
de establecer como objetivo una inflación general del 0%, la mayoría de los analistas sostiene que una inflación nula no es compatible con un alto nivel de empleo, y resulta
más beneficiosa una inflación moderada. Los bancos centrales han zanjado la cuestión,
optando por una tasa positiva de inflación en torno al 2%.
La ventaja de una economía que tenga una tasa media de
inflación más alta, acompañada de tipos de interés también mayores, es que los bancos centrales cuentan con más posibilidades de utilizar la política monetaria para hacer frente a una
recesión.
En la crisis financiera reciente se ha tenido que recurrir a
una política monetaria en forma de elevada expansión cuantitativa, aumentando la
cantidad de dinero en circulación, al no poder actuar a la baja con los tipos
de interés próximos a cero o incluso negativos.
La inflación negativa no está causada de forma endógena por la
propia economía española, sino que se
debe a la influencia de productos importados, especialmente los energéticos. Por
eso se ha compatibilizado con una ganancia de renta real, que hace posible el
incremento del consumo y de la inversión, con posibilidad de mejorar el nivel
de empleo.
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