martes, 16 de febrero de 2016

INFLACIÓN NEGATIVA

Ha sorprendido el dato del Índice de Precios de Consumo (IPC) de España de enero, al situarse en un -0,3% en términos interanuales (+0,3% en el País Vasco). Al igual que en el primer semestre de 2015, el nuevo año comienza con inflación negativa, quebrando la tendencia al alza de precios de los meses anteriores.

El Instituto Nacional de Estadística señala que en el descenso de enero ha influido significativamente la reducción de los precios en el grupo transporte y en los gastos en vivienda, sobre todo debido a la caída de los precios de la electricidad, consecuencia de la menor demanda.


La variación del precio del petróleo, bajando al comienzo de 2015, subiendo en mayo y volviendo a descender en agosto,  condicionó la evolución del IPC general.

Una inflación negativa aumenta la capacidad adquisitiva de los consumidores, dándoles opción a aumentar su consumo, o bien, a incrementar el ahorro, con mayor posibilidad de atender las obligaciones de las deudas contraídas por las familias.

Pero sería más acertado fijarse en la evolución del IPC subyacente, un indicador de la evolución de los precios que no considera los cambios en los productos energéticos y en los alimentos sin elaborar.

Al contrario que el IPC general, el indicador subyacente se ha mantenido todo el año en positivo, alrededor del 0,3% de media en el primer semestre y en un entorno del 0,9% en el segundo. Algunos economistas estiman que la inflación subyacente es el indicador que mejor señala la tendencia de los precios. Este indicador apunta a que se está produciendo una recuperación de la demanda, muy debilitada en el período de recesión.

Aunque hay  partidarios de establecer como objetivo una inflación general del 0%, la mayoría de los analistas sostiene que una inflación nula no es compatible con un alto nivel de empleo, y resulta más beneficiosa una inflación moderada.  Los bancos centrales han zanjado la cuestión, optando por una tasa positiva de inflación en torno al 2%.

La ventaja de una economía que tenga una tasa media de inflación más alta, acompañada de tipos de interés también mayores,  es que los bancos centrales cuentan con más posibilidades de utilizar la política monetaria para hacer frente a una recesión.

En la crisis financiera reciente se ha tenido que recurrir a una política monetaria en forma de elevada expansión cuantitativa, aumentando la cantidad de dinero en circulación, al no poder actuar a la baja con los tipos de interés próximos a cero o incluso negativos.


La inflación negativa no está causada de forma endógena por la propia economía española,  sino que se debe a la influencia de productos importados, especialmente los energéticos. Por eso se ha compatibilizado con una ganancia de renta real, que hace posible el incremento del consumo y de la inversión, con posibilidad de mejorar el nivel de empleo.

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