Según la información facilitada por el Instituto Nacional de
Estadística (INE), durante el tercer trimestre de 2015, el PIB español ha
crecido un 3,4% respecto al mismo
período de 2014 y el empleo ha aumentado, en términos anuales y equivalentes a
tiempo completo, en 512.000 puestos de trabajo, un 3,1%, lo cual significa que
la productividad ha subido un 0,3% en los doce últimos meses.
Este incremento de la productividad es mucho menor que el
conseguido en los 3 años anteriores, entre 2% y 2,5% anual, confirmando que, en
España, la productividad es anticíclica: aumenta menos en las fases de
recuperación y expansión que en las de crisis y recesión. Entre 2001 y 2007, en
plena expansión, el incremento anual no superó el 0,4% y durante la recesión,
de 2009 a 2013, llegó al 2,4%.
El comportamiento anticíclico de la productividad viene provocado
por la tendencia del empleo a variar ampliamente, mucho más que en otros países
de la Eurozona, aumentando en proporción elevada en las expansiones y
disminuyendo también notablemente en las recesiones.
Por lo tanto, la elasticidad entre empleo y producción
(porcentaje de variación del empleo / porcentaje de variación del PIB) es elevada, debido a que
los ajustes de las empresas por los cambios de la situación económica se
realizan mayoritariamente con modificaciones del empleo. La alta tasa de
temporalidad facilita las rescisiones de contratos.
La economía española ha tratado de crecer en la reciente
crisis apoyada en las exportaciones de bienes y servicios, para incentivar la
inversión y aumentar el nivel de empleo.
Bajo el criterio de las ventajas comparativas, los países
buscan nichos de mercado en los que puedan competir de modo más efectivo. La
estrategia supone que la división del trabajo a nivel internacional va a
proporcionar un mayor bienestar a todos los países.
Pero lo cierto es que la especialización de los países tiende
a favorecer a los que pueden dedicarse a bienes de alto valor añadido, en tanto
que deja en posición muy débil a los que ofrecen bienes básicos o de primera
necesidad, tales como materias primas o productos textiles, que sufren un deterioro
de los términos de intercambio y acaban empobreciéndose.
Como vemos en el gráfico, a partir de 2013 cambian las
aportaciones al PIB. Desde la óptica del gasto, se puede apreciar en el tercer
trimestre de 2015 una contribución muy positiva de la demanda interna (3,9%) y
una aportación negativa de la demanda externa (-0,5%).
Algunos economistas apuntan que se debería iniciar un proceso
de reindustrialización, buscando situarse en sectores de mayor valor añadido, una
estrategia que mejoraría la participación del trabajo en la renta nacional, que
ha descendido del 50,1% en 2008 al 46,7%.
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