La crisis económica de 2007 afloró con nitidez en España cuando
se cortó el flujo financiero exterior y
explotó la burbuja inmobiliaria. Al igual que otros países en circunstancias
parecidas, el país tuvo que enfrentarse a los desequilibrios acumulados desde
el comienzo del año 2000. Había que afrontar el elevado déficit fiscal, la
deuda púbica en crecimiento, la acumulación de deuda externa y, sobre todo, el
rápido incremento del paro, con el correspondiente aumento de los desembolsos
por el seguro de desempleo, que vino a agravar el desequilibrio fiscal ocasionado
por la caída de la recaudación impositiva.
En el siguiente gráfico, que muestra la evolución del PIB español
en el período de la crisis, se observan dos recesiones, que tuvieron sus caídas
más acentuadas en los años 2009, con el -3,6%, y 2012, con un -2,1%
La primera recesión vino impulsada por la crisis financiera global
que se inició en EE.UU con las hipotecas “subprimes” (alto riesgo) y el
derrumbe del sector de la construcción en España. El impacto fue importante en nuestro
país por la amplia exposición financiera al exterior.
En esa época comenzó a enfatizarse el concepto de
“devaluación interna”, como la necesidad de reducir los salarios para ganar
competitividad. La moneda única, con una inflación en España superior a le
media europea, había generado la pérdida de competitividad por precios. Ello
provocó un déficit por cuenta corriente en la balanza de pagos y la acumulación
de deuda externa (pasivos financieros netos con el exterior), sobre todo
privada.
La segunda recesión se asocia al planteamiento de ir
reduciendo el déficit público desde el -9,7% de PIB en 2010 hasta la cifra
autorizada en Europa (3%) en varios años, a fin de disminuir la prima de riesgo
del país. Se produce un recorte gradual del gasto público y aumentan los
impuestos, con lo que cae la actividad
económica y sube el desempleo, hasta alcanzar en el 2013 un 27% de la población
activa.
La política de austeridad fiscal fracasa porque, en ausencia
de una expansión del crédito y sin el
crecimiento de los mercados exteriores, se profundiza en la recesión, provocando
shocks recesivos, que paradójicamente incrementan el déficit público hasta
alcanzar en el año 2012 el 10,6% del PIB
No se cumplió la previsión de los promotores de la austeridad
de que serviría para recuperar la confianza de los inversores, porque no se
activó la inversión privada en España. Al contrario, fue contrayéndose, nada
menos que un -9,1% en 2012.
Tampoco resultó acertada la perspectiva de que para reducir
la prima de riesgo era necesario bajar el déficit. Fue el anuncio del Banco
Central Europeo (BCE), en julio de 2012, de que haría todo lo necesario para sostener
el euro, adquiriendo los bonos soberanos que hicieran falta, lo que hizo
descender la prima de riesgo de los países europeos periféricos.
Dos economistas del Fondo Monetario Internacional aportaron
una nueva explicación al fracaso de la política de austeridad fiscal. Los
programas que se estaban aplicando en Europa suponían que el multiplicador
fiscal estaba en torno a 0,5, es decir, que el 1% de reducción del gasto
público, por ejemplo, provocaba una caída del 0,5% del PIB. El análisis económico
demostró que, en los países europeos del sur, el multiplicador era más elevado,
en torno al 1,5, lo que explicaba el importante efecto recesivo que producían
los recortes presupuestarios en España.
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