martes, 27 de enero de 2015

COMPOSICIÓN DEL PRODUCTO INTERIOR BRUTO POR HABITANTE

La producción por habitante o per cápita de un país es el cociente entre el Producto Interior Bruto (PIB) y el número de habitantes. Se trata de un indicador utilizado a menudo para estimar el nivel de vida material.

En países de  reducido nivel de desarrollo, el incremento del PIB por habitante suele representar una mejora en el bienestar de la población, sobre todo si la distribución de la renta no es muy desigual, pero a partir de cierto nivel de renta, los indicadores de bienestar, como la salud y la educación, tienen menos relación con los aumentos del PIB.

La producción por habitante de un país se puede descomponer en tres factores:
a)   La proporción de personas ocupadas respecto del total de habitantes
b)   El número medio de horas que trabaja cada ocupado al año
c)   La productividad o producción obtenida por hora de trabajo.

Veamos como ejemplo la comparación entre Alemania y España. En el año 2013, la producción media por habitante de España en euros corrientes fue de 22.290 y la de Alemania 33.385. ¿Por qué Alemania consiguió una producción por habitante superior en un  50% a la de España?

El siguiente cuadro trata de explicar el origen de la diferencia entre ambos países:


Podemos observar en el cuadro que España tenía 14,6 puntos porcentuales menos de ocupados que Alemania, debido al menor nivel de población activa y, sobre todo, al elevado desempleo en comparación con la tasa de paro del país germano (5,2%)

Sin embargo, en horas de trabajo anuales por ocupado, la media de los alemanes fue del 16% inferior a la española, seguramente por la mayor implantación del trabajo a tiempo parcial  (minijobs) que en España.

Donde la ventaja de Alemania se manifestaba de modo más contundente era en la productividad o producción por hora trabajada, en la que superó a España en un 29,1%, debido a su mayor nivel de inversión de capital, la cualificación de sus trabajadores y al avanzado desarrollo tecnológico.

En resumen, que en España vienen trabajando proporcionalmente bastante menos personas que en Alemania, aunque los que trabajan dedican más horas, pero el trabajo que se realiza produce mucho menos que en Alemania.

Si en lugar de en euros corrientes, medimos la producción por habitante en términos de Paridad de Poder Adquisitivo (dólares internacionales), para eliminar la influencia de los niveles de precios, Alemania alcanzó 44.569 dólares, en tanto que España se quedó en 32.925, es decir, que la producción anual por habitante obtenida en el país germano superó a la española en  un 35,3%  

martes, 20 de enero de 2015

FUNDAMENTOS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

La equiparación entre crecimiento y desarrollo económico se rompe a partir de los años sesenta del siglo pasado.  Se considera que el desarrollo económico, además del crecimiento del PIB por habitante, debe tener en cuenta la evolución de la pobreza, el desempleo y la desigualdad. Si esas variables  empeoran, el aumento del ingreso por habitante no puede considerarse como desarrollo.

El crecimiento económico, como una de las variables del desarrollo, se suele analizar a través del modelo propuesto en los años cincuenta del siglo pasado por el economista norteamericano Robert Solow, basado en una función de producción con dos factores (simplificando la realidad): capital (máquinas y equipos productivos) y trabajo (número de trabajadores).

La cantidad de producto que se puede obtener con cantidades dadas de capital y de trabajo depende del estado de la tecnología, que vendrá dada por la organización económica del país y la capacidad de gestión de las empresas.

Cuando aumenta el capital físico invertido y el número de trabajadores ocupados (o bien, las horas trabajadas) crece la producción. Si aumentan en la misma proporción los factores productivos y la producción, se dice que existen rendimientos constantes a escala.

Cuando aumenta uno de los factores, capital o trabajo, también crece la producción, pero cada vez en menor medida que el incremento del factor. A este hecho se le denomina rendimientos decrecientes, que se dan tanto con el capital como con el trabajo.

La función de producción y el supuesto de rendimientos constantes a escala nos llevan a que la producción por trabajador depende de la cantidad de capital físico por trabajador 

El siguiente gráfico, con un ejemplo de la función de producción,  ayuda a visualizarlo:

Tal como observamos en la función de producción, al aumentar el capital físico por trabajador de 3 a 4 (33% de incremento) aumenta la producción por trabajador de 9 a 10 (11% de subida). Es la reducción en el ritmo de crecimiento de la producción  debida a los rendimientos decrecientes. Y llega un momento en el que, con el mismo número de personas, el aumento de equipamientos productivos (capital físico) no produce más.

Además del incremento de capital por trabajador, que tiene su limitación, el crecimiento económico se produce también por la mejora en el estado de la tecnología, que desplaza la curva de la función de producción indicada hacia arriba. Con tecnología más avanzada, un mismo nivel de capital por trabajador genera más producción.

Por lo tanto, los dos factores que provocan el aumento de la producción por trabajador son la acumulación de capital físico y el progreso tecnológico.  Como el incremento de capital (la inversión), según hemos indicado, no puede mantener el aumento de producción de modo indefinido,  el crecimiento duradero tiene que basarse en la mejora continua del progreso tecnológico, que abarca tanto los proyectos de investigación y  la organización económica, como el funcionamiento de las instituciones y el papel del Estado.   


En el modelo de “Crecimiento endógeno”, posterior al de Solow, se considera al conocimiento como un factor específico, incorporando el progreso técnico en la función de producción. La educación y la I+D serán las claves del proceso de acumulación de conocimientos.

martes, 13 de enero de 2015

COSTES LABORALES UNITARIOS


Los incrementos salariales pactados en los convenios colectivos han supuesto un crecimiento interanual del 0,6% entre enero y octubre de 2014. Este año se esperan cerrar aumentos que rondarán el 1%. Al ser negativa la inflación (-1,1%), se produce también un aumento de los salarios reales.

El coste laboral (salarios, seguridad social y otros conceptos similares) por hora trabajada aumentó en el tercer trimestre de 2014 en un 0,3% respecto al mismo periodo del año anterior. 

La OCDE define el Coste Laboral Unitario (CLU) como un indicador económico que mide el coste medio del trabajo por unidad de producto y se calcula como el cociente entre los costes laborales totales y la producción. 

Desde 2009 el aumento del coste laboral en España está siendo inferior a la media de la Eurozona, lo cual, unido al mayor crecimiento de la productividad, se está traduciendo en un descenso pronunciado de los costes laborales relativos por unidad producida, como puede observarse en el siguiente gráfico.


Si valoramos la producción en euros, el CLU sería el cociente entre el coste laboral por trabajador y el valor monetario de la producción por trabajador, que a su vez es la cantidad producida por trabajador multiplicada por el precio unitario del producto.

Por lo tanto, el CLU aumenta con el incremento del coste laboral y disminuye tanto por la subida del precio del producto como por el aumento de las unidades producidas, que representa la productividad.

Aunque los CLU son relevantes en la mayoría de las empresas, no constituyen el único factor que influye en la formación de los precios de los bienes y servicios, puesto que también hay que tener en cuenta al resto de los costes, además de los márgenes de beneficios. 

Se constata en los últimos años una mayor correspondencia entre la evolución de los salarios y de la productividad, una tendencia que puede ayudar a la economía española a ganar competitividad y asegurar superávits en la balanza por cuenta corriente que permitan reducir la deuda externa, además de acelerar la creación de empleo. 

martes, 6 de enero de 2015

EL NIVEL DE VIDA EN LOS PAÍSES

El nivel de vida se suele entender como el bienestar material que disfruta una persona o un colectivo tanto por los bienes y servicios que tiene capacidad de adquirir como por el acceso disponible a los servicios públicos consumidos colectivamente.

El primer indicador al que se recurre habitualmente es al Producto Interior Bruto por habitante. Cuando queremos comparar el bienestar material entre los países, se convierten los PIB per cápita en moneda extranjera a euros  utilizando el tipo de cambio oficial entre las monedas.

Pero las comparaciones así realizadas tienen dos limitaciones: a) los tipos de cambio suelen variar a menudo en períodos cortos de tiempo y, sin embargo, el nivel de vida difícilmente cambia a corto plazo; b) los niveles de precios de los países pueden ser muy distintos.

Para evitar tales inconvenientes hay que recurrir  a otra forma de cálculo, que consiste en utilizar en la elaboración del PIB un conjunto común de precios para todos los países. Las cifras ajustadas que resultan con tal procedimiento son indicadoras del poder adquisitivo a lo largo del tiempo y se denominan paridad del poder adquisitivo (PPA). Los precios medios utilizados son denominados precios internacionales en dólares, que se elaboran en la Universidad de Pennsylvania, en un proyecto conocido como Penn World Tables.

Veamos un  ejemplo para concretar el método de cálculo. En el año 2013, España tuvo un PIB por habitante medio de 22.300 euros y Brasil, utilizando el tipo de cambio medio entre el real y el euro de aquel año, 8.412 euros. Es decir, que el nivel medio adquisitivo de los españoles fue de 2,6 veces (22.300/8.412) respecto de los brasileños. Pero si hacemos la comparación con dólares internacionales (PPA), el nivel de España fue de 32.925 $ y el de Brasil 15.037 $. Es decir, que la capacidad adquisitiva media se situó en torno a 2,2 veces, una diferencia bastante menor entre ambos países, debida precisamente a que el nivel de precios en el gran país sudamericano fue inferior al de España.


Pero resulta evidente que no es posible encerrar en la cifra de ingresos por habitante  el bienestar de un país. Tal como se recoge en el gráfico, la calidad de vida depende de múltiples factores.

El indicador más completo hoy día puede ser el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que integra los ingresos económicos, la educación, la salud y el nivel de desigualdad interno en cada país. 


Continuando con la comparación entre los dos países del ejemplo citado, quizás sean los valores del IDH los que expresan la diferencia de modo más ponderado. En el ranking mundial correspondiente a 2013 España ocupó el lugar 27, con un valor de índice de 0,869 y Brasil se situó en el puesto 79, con un valor de 0,744.