martes, 15 de mayo de 2012

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL DESEMPLEO


Se entiende por revolución industrial el paso a la producción de bienes con la utilización de instrumentos cuyo movimiento exige la aplicación de la energía de la naturaleza. Ocurrió a finales del siglo XVIII.

Hasta entonces sólo se habían utilizado herramientas, instrumentos inertes cuya eficacia dependía por completo de la fuerza y la habilidad del sujeto que los manejaba. 

La aparición del motor consigue transformar la energía de la naturaleza en movimiento. La unión de un instrumento hábil y un motor señala la aparición de la máquina, que ha venido a ser el agente que ha causado el mayor cambio en las condiciones de vida de la humanidad.

Primera revolución 

El vapor marcó la primera revolución industrial. Con la aplicación de la máquina de vapor a los transportes terrestres y marítimos, la construcción de los ferrocarriles fue la gran empresa del siglo XIX, que tuvo inmediata repercusión en los procesos de comercialización, mejorando la calidad de vida, al permitir el desplazamiento rápido de las personas a grandes distancias.

El vapor se empleó, además de a los transportes, a abrir minas de metales, producir textiles y fabricar  muchos productos que antes se había elaborado a mano. La potencia de la máquina de vapor excedía notablemente a la fuerza conjunta de animales y seres humanos.
 
Segunda revolución 

Tras la primera fase de la industrialización,  con liderazgo de Inglaterra,   la revolución se extendió al resto del mundo occidental. Superada la llamada “depresión larga” (crisis de 1873 a 1879), la primera de las grandes depresiones o crisis sistémicas del capitalismo, con acontecimientos como  quiebras bancarias y caída de la Bolsa de Viena, comenzó un nuevo ciclo de avances tecnológicos que duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. 

El petróleo empezó a competir con el carbón, en tanto que la electricidad fue utilizada por vez primera como una nueva fuente de energía para hacer funcionar los motores, iluminar las ciudades y conseguir que las personas se comunicaran instantáneamente. Se continuó transfiriendo a las máquinas  la actividad económica de los seres humanos

Tercera revolución y posteriores avances

Esta revolución, considerada como “científico-técnica” o “revolución de la inteligencia” se inició al acabar la Segunda Guerra Mundial y es en las tres décadas últimas cuando ha ido adquiriendo relevancia en la forma como la sociedad organiza la actividad económica. 

Los avanzados “softwear” de los ordenadores están invadiendo la mente humana. Convenientemente programadas, las “máquinas pensantes” pueden realizar funciones de gestión y administración de los procesos empresariales.

Se considera la tecnología de comunicación de Internet y las energías renovables como las notas características de los nuevos avances científicos y técnicos.

El desempleo

Aunque muchos economistas se apresuraron a señalar que el avance de la tecnología no significaba que el empleo total debía necesariamente disminuir, lo cierto es que se ha visto afectado, según las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe “Tendencias mundiales del empleo de 2011”.

Para hacer frente a la amenaza del desempleo por el impacto de las nuevas tecnologías hay que crear puestos de trabajo y mantener los antiguos a través de cuantiosas inversiones, es decir, mediante el crecimiento económico, pero esa posibilidad tiene límites.

Parece que el profesor Vassily Leontief (premio Nobel de Economía en 1973) tenía razón cuando advirtió que  “La tecnología elimina más puestos de trabajo que los que puede crear”.  Y en la década de los 90 del pasado siglo Jeremy Rifkin daba un fuerte aldabonazo con su libro “El fin del trabajo”, en el que anunciaba el declive de la fuerza de trabajo como efecto de las nuevas tecnologías, lo cual plantea un formidable reto para la sociedad contemporánea.

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