martes, 22 de agosto de 2017

PSICOLOGÍA ECONÓMICA

En las últimas décadas, diversos trabajos de investigación se han ido orientando de manera progresiva hacia una colaboración entre psicología y economía. Las aportaciones de los psicólogos dedicadas a explicar la conducta humana y la percepción de bienestar resultan de interés para los economistas de cara a mejorar su comprensión del comportamiento de los agentes económicos.


La psicología económica trata de identificar el comportamiento económico de los individuos relacionado con las emociones y aportar la orientación precisa para la toma de decisiones.

Con la ayuda de psicólogos, algunos economistas han analizado, por ejemplo, las causas del bienestar individual, explorando la relación entre el nivel de renta o riqueza y la percepción de felicidad. Un reciente dossier de La Caixa recoge las conclusiones de algunos investigadores.

En las encuestas realizadas, las personas con mayores ingresos tienden a manifestarse más felices y la comparación internacional muestra también que existe una relación positiva entre nivel de renta y grado de felicidad, pero no se observa una correlación muy sólida.


El gráfico recoge el discutido ranking del Indice de Felicidad, un Programa de Naciones Unidas, que situó a Noruega (7,5 sobre 10) como el país más feliz del mundo. España se queda en el puesto número 34 (6,4).

Parece observarse que, a partir de cubrir las necesidades básicas, el incremento de ingresos no es relevante en la mejora de la satisfacción personal, sino que en la felicidad domina la renta relativa, la comparación con la que otros disfrutan en el entorno.

Una característica de la mente es que se adapta rápidamente a las nuevas circunstancias, lo cual explica también que los aumentos de renta o el desplazamiento a vivir a otra región sólo tengan efectos temporales sobre el bienestar. Se ha podido constatar, por ejemplo, que el incremento de felicidad que se lograr al ganar un premio en una lotería dura muy poco. Al cabo de un período corto, el afortunado individuo vuelve al nivel de felicidad anterior a cobrar el premio

Se suele citar el siguiente ejemplo para poner en evidencia la influencia de las percepciones personales en la vida económica: una victoria de la selección de fútbol alemana provocaba la mejora de la valoración subjetiva de la situación económica equivalente a un aumento de sueldo de varios miles de euros anuales.

Otro estudio muestra que se subestima el bienestar del conjunto de la sociedad en que uno vive. Así, en España, el 86% de la población se consideraba en 2016 como bastante o muy feliz, en tanto que el español promedio consideraba que sólo el 41% de los españoles se consideraban con semejante grado de felicidad.

Aunque la teoría económica ortodoxa trata del “homo economicus”, al que atribuye una fuerte racionalidad en el comportamiento económico, Daniel Kahneman, psicólogo y Nobel de Economía 2002, afirma que los humanos tenemos sesgos cognitivos en nuestra percepción de la realidad y en nuestras decisiones.

Una de sus aportaciones es que las percepciones individuales tienen traslación a nivel agregado. Así, una recesión se da cuando la gente decide gastar menos y retrasar las inversiones en nuevas actividades, decisiones personales que dependen del estado de la economía, pero también de la percepción individual sobre el entorno.

El estudio de Richard Easterlin, profesor en The University of Southern California, muestra que el incremento de PIB por habitante de un país no va asociado a un aumento del nivel promedio de la felicidad de sus habitantes. Así, el ingreso real por habitante de EE.UU. casi se duplicó en el período 1973-2004, mientras que la felicidad promedio se mantuvo estable. El tema se presta a debate, porque la felicidad es un concepto subjetivo y relativo, con dificultad de medición a lo largo del tiempo, a medida que cambian las circunstancias personales y el entorno.

En definitiva, los estudios confirman que hay otros factores, además del nivel de renta o riqueza, que determinan el nivel de felicidad, tales como la familia, los amigos, la salud, un trabajo gratificante… Por todo ello, las políticas económicas tienden a cuidar la educación, la sanidad y el empleo, entre otros aspectos, por constituir pilares fundamentales del bienestar de los ciudadanos









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