La inversión exterior directa (IED) es el conjunto de
operaciones entre un inversor de largo plazo y una empresa residente en otro
país, en las que se adquiera más del 10% del capital social.
La finalidad que se persigue es lograr posiciones en el
mercado internacional para fortalecer la competitividad, haciéndose con activos estratégicos y diversificando las
producciones. Los inversores suelen tratar también de soslayar los efectos de
las crisis en el propio país.
Aunque la crisis ha supuesto un freno para el progreso de la
IED, en los últimos 10 años se ha multiplicado por cuatro el total de las
inversiones directas en otros países y el
volumen ha alcanzado el equivalente a la tercera parte del PIB mundial.
Como receptor de inversión extranjera, España absorbe un 9%
del total de la Unión Europea (UE), una proporción mayor que la que el país
supone en el espacio europeo. En cuanto a la inversión directa en el exterior,
ha ido aumentando su participación hasta alcanzar el 7% de la UE, lo cual supone
posicionarse en el sexto lugar en Europa.
Los principales sectores receptores de IED en España son los
servicios (40,5%), manufacturas (33,5%) y energía y agua (20,7%).
La IED contribuye a la formación bruta de capital y favorece la introducción de nuevas
tecnologías. Todo ello redunda en beneficio de la diversificación empresarial y
el crecimiento económico.
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